Un deportista honesto, trabajador y constante, es en todos los tiempos, merecedor del respeto y la admiración de los demás. Pero cuando a esas virtudes se agrega un espíritu de sacrificio tan enorme como para soportar los más grandes sinsabores y las más inesperadas amarguras, ese hombre tiene asegurado el reconocimiento y el cariño de los aficionados del pasado, del “presente y del futuro. Tal es el caso del Dr. Leopoldo Bard.
Ligado a la historia de River desde su fundación, fue el principal líder de la nueva causa. El primer presidente y primer capitán del equipo riverplatense, demostró en ambos cargos la firmeza de carácter y entereza moral necesarias como para salvar exitosamente los muchos obstáculos que surgían en la vida de la incipiente institución.
El Dr. Bard, presidió en varios períodos la Comisión Directiva del club y al retirarse del cargo, nunca dejo de ser un enamorado de River Plate y uno de sus más consecuentes y animados soldados. Y los socios “millonarios” no olvidarán jamás que a el y al Dr. Livio Ratto, otro de los luchadores de la primera hora, les correspondió la tarea de trasladar desde el Hospital Muñiz hasta el improvisada cancha, la primera casilla con la que contó el club. Sólo así, con decisión y voluntad tan ejemplar era posible llevar adelante la empresa.
Una actitud semejante es, por otra parte, argumento suficiente para afirmar que el Dr. Leopoldo Bard fue uno de los pilares sobre el que descansa gran parte de la majestuosa grandeza de River Plate.