Muchos predicciones anunciaban en la víspera del Mundial de Francia 1938, el segundo triunfo sudamericano y muchas eran las esperanzas brasileñas de lograrlo.
Del equipo de Brasil, que resolvía las dificultades de organización de cuatro años antes y aumentaba su poderío, se aguardaba una gran exhibición. Pero, a la hora del torneo, los receptores de apuestas dieron favorita a Italia que, después de su discutida conquista de 1934, obtenía la medalla de oro en las Olimpíadas de Berlin, con un fútbol aventajaba a casi todas las selecciones del momento en evolución táctica.
Hubo 36 inscripciones para el Mundial de 1938, que quedaron en 16 tras varias renuncias y el filtro de la preceptiva fase eliminatoria. Por fin, sólo 15 delegaciones realizaron el desfile inaugural en el Parque de los Príncipes, en París, ya que Austria, cumplida su clasificación, desaparecía como país independiente al ser anexada al Reich alemán. Hubo, sin embargo, jugadores austríacos en la Copa, incorporados al equipo nacional de Alemania.
Argentina y Uruguay desconocieron la convocatoria; la primera, a desestimarse su voluntad de ser la sede del torneo, y el segundo, con razón menos sólida que en la ocasión anterior, dado que Francia, el organizador, no había secundado el desaire europeode 1930.
También abandonaron, con la inscripción formalizada, Colombia, Costa Rica, El Salvador y México por parte latinoamericana. Y otra vez Inglaterra era considerada una de las favoritas, al haber derrotado como visitante al campeón del Mundo, Italia, en partido no oficial. Los españoles, animadores del certamen previo, tampoco estuvieron en París, ya que desde 1936 libraban una guerra civil.
Doce años iban a transcurrir hasta la celebración del cuarto Campeonato. La guerra mundial, que en 1938 parecía a todos inevitable, abriria una brecha en la historia de la Copa del Mundo.
El Congreso de la FIFA se reunió días antes del partido final, pero el clima era de incertidumbre y división y no se pudo decidir el organizador del siguiente torneo. Hubo, en cambio, una noticia que colmó el deseo de los pertinaces admiradores del fútbol británico, entre los que se contaba Jules Rimet. En la misma asamblea, Inglaterra, junto a Escocia, Gales e Irlanda, volvía a la Federación internacional.
Cuba, el segundo latinoamericano presente en Francia, eliminó en Toulouse a Rumania después de dos partidos, imponiéndose 2-1 en el desempate. Francia, el local, derrotó 3-1 a Bélgica; Checoslovaquia, que alineaba a Planicka, Kostalek, Nejediy y Puc, cuatro vicecampeones de 1934, batió 3-0 en la prórroga a Holanda. Y, en Marsella, ltalia necesitaba también de tiempo adicional para superar 2-1 a Noruega.
Hungria llegaba de humillar 8-3 a los checos en un amistoso, y tenía la mejor selección de Centroeuropa; pasó a los cuartos de final con 6-0 sobre las Indias Holandesas. Suiza, que tuvo el apoyo de un público declaradamente antigermano, ponía fuera del Mundial al equipo alemán de Sepp Herberger -un legendario entrenador que estaría aún en 1962 a cargo de la selección de su país- ganándole 4.2 en el desempate.
En cuanto a los brasileños, daban espectáculo, que ya era lo suyo. El partido de octavos de final que los enfrentó en Estrasburgo a Polonia resultaba un auténtico carnaval de goles y fue uno de los más apasionantes del certamen. Tuvo dos claros protagonistas, Leónidas y Willimowski, con Cuatro tantos cada uno.
Brasil habia cobrado ventaja, 3-1, y el partido estaba aparentemente liquidado a su favor. Pero el polaco Ernest Willimowski lo empató. Brasil volvió a adelantarse, con gol de Leónidas, y Willimowski igualó otra vez, antes de terminar el tiempo reglamentario.
En la prórroga, Leónidas dio el quinto a su equipo; casi inmediatamente, Willimowski restableció el empate. A último momento, cuando no quedaba más oportunidad para Polonia, intervino Romeu en el duelo de los dos goleadores y puso el marcador 6-5 para Brasil.
Brasil iba a involucrarse en una batalla campal en su siguiente compromiso, que jugó frente a Checoslovaquia, en Burdeos. Alli, Leónidas abrió la cuenta y Nejedly empató. No hubo más goles y la prórroga tampoco dio un vencedor; y es que los jugadores no buscaban el arco, sino las piernas o la cabeza del contrario.
Por lesiones o expulsiones, Brasil terminó el partido con ocho hombres y Checoslovaquia con nueve. Sin embargo, todo iba a transcurrir en paz en el desempate, ganado 2-1 por los brasileños, con tantos de Leónidasy Roberto.
Suecia lograba en Antibes el marcador más abultado de los cuartos de final, derrotando 8-0 a los cubanos. En Lille, Hungría se impuso 2-0 a Suiza y, por último, ltalia empezaba a dar razón al pronóstico, con una excelente demostración en Colombes ante Francia, a la que batió 3-1 en un partido seguido por 53.000 personas.
Vittorio Pozzo permanecia al frente de la selección italiana, a la que acababa de entregar un nuevo recurso, el contragolpe. Pozzo afirmaba que el equipo de 1938 era superior al del Mundial de Roma y en ningún momento consideró la posibilidad de una derrota.
Pozzo, que había vivido en Inglaterra, conocía la psicología de sus hombres. «Los jugadores ingleses, decía, pueden ser tratados como un conjunto. Pero a los italianos hay que atenderlos individualmente; quieren saber que usted estará con ellos cuando lo necesiten».
Se ha dicho que el comisario Vittorio Pozzo, como lo designaba su función, no era fascista, aunque tampoco vacilaba en ponerse al frente de sus jugadores y entonar con ellos canciones patrióticas, para infundirles entusiasmo, ni se negaba a saludar con el brazo en alto. Estaba al tanto de la evolución técnica y estratégica del fůtbol y mucho le debía Italia de sus títulos internacionales. Pero los triunfos y su pretendido distanciamente ideologico de Mussolini no lo ayudaron al finalizar la segunda guerra y fue separado de la selección. En la semifinal, en Marsella, los italianos de Vittorio Pozzo se encontraron con Brasil, que encandila ba con su juego artístico pero no formaba un bloque colectivo. Los brasileños tenían un Comportamiento anárquico en el terreno de juego y era notorio su descuido defensivo. La Confederación Brasileña de Deportes había contratado a Dori Kruschner, uno de los mejores técnicos europeos de los años treinta. El húngaro Kruschner modernizó tacticamente a Brasil, donde introdujo el sistema WM; pero el individualismo iba a mantenerse durante mucho tiempo como rasgo predominan te del jugador local.
El partido de Marsella se tomó por una virtual final entre los dos favoritos del torneo y el uruguayo Miguel Andreolo fue centro medio del equipo campeón del Mundo. Andreolo no tenía lugar en la selección celeste, ya que Lorenzo Fernández, titular de la alineación de 1930, resultaba todavía inamovible.
Andreolo emigró a ltalia en 1935, a los 23 años y, junto a Sansone y Fedullo, también uruguayos, ganó el Campeonato de Liga para el Bolonia en cuatro ocasiones. Permaneció en Italia después de su retiro del fútbol, y allí murió en 1981.
Giuseppe Meazza, el cerebro del ataque italiano, y Andreolo en el medio campo, fueron obstáculos infranqueables para Brasil. El público francés se volcaba en apoyo de los sudamericanos, pero Italia se lanzó tras el triunfo desde el toque inicial. Colaussi marcó y, poco después, Domingos da Guía, el gran zaguero brasileño, derribaba a Silvio Piola; el árbi tro, Wutrich, de Suiza, sancionó el penal y Meazza convirtió. Con 2-0 a favor, el equipo italiano se replegó, para aguard ar la oportunidad del contragolpe.
Brasil no contaba con Leónidas, su máximo realizador, y fue Romeu quien descontó, 2-0, después de un largo asedio al arco de Olivieri. Los brasileños insistieron en busca del empate y hubo también peligro del bando italiano. Pero no cambió el tanteador.
Mientras, Hungría triunfaba cómodamente en la otra semifinal, tras ir en desven taja por gol de Suecia antes del primer minuto de juego. Ya al descanso 1os húngaros vencían 3-1 y, en el complemento, marcaban dos veces más.
GANA ITALIA, CON EL PUBLICO EN CONTRA
Había 65.000 personas en el estadio de Colombes, el 19 de junio, cuando Italia y Hungría salieron a disputar la Copa. Otra vez el público era contrario a los italianos y de nuevo los hombres de Pozzo iban a superar la presión de las tribunas. A los seis minutos, un veloz a taque italiano atravesó la defensa húngara y Colaussi, que ya había abierto el marcador ante Francia y Brasil, anotó el primer gol. Menos de un minuto después, Titkos igualaba.
De las lentas maniobras de aproximación del comienzo, los equipos se habían lanzado al todo o nada. El fútbol de Italia era el más veloz, y más preciosista el de Hungría. Habilitado por Meazza, el centro delantero Piola puso el 2-1, y Colaussi aumentó a 3-1 antes del intermedio.
Obligados a descontar, los húngaros enviaron siete hombres al ataque, y el astro Sarosi logró por fin vencer la resistencia italiana. Todavia con desventaja de un gol, Hungría arreció la ofensiva, dejando casi desierta su retaguardia. Con el campo contrario a su disposición, Piola culminó un rápido contragolpe y obtuvo el definitivo 4-2. Coronando a Italia como Campeón del Mundo en 1938.
Puedes leer aquí: El balón del Mundial de Francia 1938.
En Burdeos, Brasil lograba algún consuelo al derrotar a Suecia, también 4-2, y adjudicarse el tercer puesto.