En 1983, ocurrió la desaparición más triste en la historia de la Copa Jules Rimet. Fue nuevamente robada, esta vez de la sede de la CBF, en Río de Janeiro, cuando se encontraba en una exposición y nunca más fue encontrada.
(puedes leer aquí: El primer robo de la Copa del Mundo).
La copa del mundo estaba en manos brasileras de forma definitiva, mérito por haberla ganado 3 veces, como lo había ordenado el expresidente de la FIFA, Jules Rimet, luego del Mundial de México 70.
El 3 de diciembre de 1983, un grupo comando de ladrones brasileños, la sacó de su cofre blindado en la sede de la Confederación Brasileña de Fútbol en Río de Janeiro donde estaba siendo exhibida.
Estaba en una vitrina con un vidrio blindado para protegerla, pero la parte posterior de esa vitrina, hecha de madera y pegado con cinta contra la pared.
Fue un robo bastante simple, de acuerdo a la descripción que personal de seguridad bridó a la policía. Dos hombres armados, redujeron al personal de seguridad y con la ayuda de una barra de hierro forzaron la caja de madera y para llevarse la Copa.
En el comienzo de las investigaciones sobre tal magnitud de robo, no existian muchas pistas, hasta que recurrieron a Antonio Setta, un experto ladrón de cajas fuertes que era conocido en Río.
Setta, descartó cualquier vinculo con la desaparicion de la Copa del Mundo, y por el contrario, facilitó datos que echarían un poco de luz entre tanto desconcierto. El motivo de su colaboración por intentar recuperar este pedazo de historia, era sentimental, ya que el mismo día que Brasil ganó por tercera vez el Mundial, en 1970, su hermano había muerto de un infarto.
Setta dijo que lo había contactado «un tal Antonio Pereira Alves» para hacer ese trabajo, pero no lo aceptó.
Unos días después, aparecieron los primeros sospechosos. Entre ellos, un joyero argentino llamado Juan Hernández que vivía en Río de Janeiro y era conocido por tener un taller de fundición de oro.
La policía detuvo a a Francisco Rocha, alias “Barba” y a José Luiz Vieira, alias “Bigote”, como los dos personas que habían entrado a la CBF y se habían llevado el trofeo.
Ellos señalaron a Hernández como parte de la banda. Hernández era uno de los vendedores de oro robado más importante de Brasil.
Fue sentenciado y condenado a prisión en febrero de 1984, acusado de la desaparición del trofeo, pero siempre negó su participación. en el robo.
La Confederación Brasileña de Fútbol mandó fabricar una réplica que tuvo un costo cercano a los $300 mil dólares americanos.
Una de esas versiones que podrían actuar en la inocencia de Hernández, era que el tiempo transcurrido entre que se conoció el robo y el momento en que fue capturado, fue muy poco para que pueda fundir 1.8 kilos de oro y convertirlo en lingotes.
Sumado a esto, un periodista británico afirmo: “Es imposible que ese trofeo se haya convertido en lingotes de oro porque sencillamente no era de oro puro, sino de una aleación con otros metales”.
Hernández cumplió su condena, y luego viajó a Francia, donde nuevamente fue preso por drogas.