El proceso que desemboca en el estadio actual de la entidad boquense es una apasionante epopeya que exhibe el ánimo retemplado de los adalides del viejo club y los siempre pintorescos episodios que hacen la historia del fútbol.
En 1912 el Ministerio de Hacienda desalojó al club de sus terrenos, obligándolos a correrse hacia el este, sobre el murallón de la costa. Nace ahi la odisea.
Fué preciso gastar más de 10.000 pesos, que en esa época era mucho dinero, para nivelar, trasladar y rellenar el nuevo terreno.
Cuando finalizó ese esfuerzo, tan costoso, una orden del gobierno intimó otro desalojo. Las autoridades boquenses, esperanzadas de conseguir una prórroga, demoraron el mismo; pero una mañana ingrata un grupo de peones del Ministerio de Hacienda desarmó inusitadamente las instalaciones y obligó al club, si quería retirar los materiales, a abonar los gastos de la peonada. Se debió acatar esa decisión y los abnegados boquenses perdieron otros 300 pesos…
Las abreviadas arcas xeneises ya tocaban fondo. Pero la cancha, escenario indispensable de derrotas o triunfos, era necesaria. Se bregaria.
Wilde seria el siguiente destino en la historia de las canchas de Boca.
Puedes leer aquí: Wilde la nueva Cancha de Boca.