«En Boca es tradicional el centrodelantero metido a manera de cuña, penetrante, veloz y de shot violento. No soy un Varallo, un Bernabé, un Masantonio o nada que se parezca a otros «cañoneros». Mi forma de jugar quizá se asemeje a Zozaya».
Así define su forma de juego Jaime Sarlanga en el momento que se concreta su transferencia al club de la ribera, abandonando la estupenda delantera que tuvo Ferro Carril Oeste por los fines de la década del treinta, junto a Gandulla y Emeal. Y en esa afirmación está la duda en la que cayeron los boquenses cuando se compró a “Piraña”.
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¿Cómo podía ese hombre delgado, elegante en el modo de moverse por el campo de juego, solucionar el problema de gol que tiene el equipo desde hace tiempo y que le corta sus posibilidades? Boca, lo que necesitaba, era un goleador al estilo Varallo, o Benítez Cáceres. Se equivocaron todos los que pensaron de esta manera.
Sarlanga fue la solución para un ataque que neceitaba im. periosamente la inyección revitalizadora de un hombre metedor. En las 9 temporadas que estuvo en Boca convirtió 115 goles en 190 partidos. Pero además fue el símbolo del Boca aue en la década del ’40 se caracterizaba por su fervor y su fuerza en los «contrapuntos» con equipos más dotados técnicamente, como «La Máquina» de River, o el quinteto de San Lorenzo en el ’46. Es el estratega de los xeneizes, el hombre que le pone riendas al vértigo de su equi. po, el armador indiscutible, el que se desmarca constantemente por todo el frente del ataque en busca de claros.
Hábil en al manejo del balón, no tenía ningún problema para manejarlo con cualquier perfil, pero prefería volcarse hacia la derecha para entrar más armado del área.
Comenzó como jugador en Defensor y Sportivo Delta de Tigre, para enrolarse en la quinta división de Tigre. Tres años estuvo en el club de Victoria y debutó en primera división en 1935 en un match ante Independiente, convirtiendo un gol. Después, los primeros brillos de gran delantero en Ferro Carril Oeste, donde integra aquella famosa delantera “’verdolaga’”: Maril, Borgnia, Sarlanga, Gandulla y Emeal.
Tres temporadas en el conjunto de Caballito y el pase a Boca Juniors, donde alcanzaría la consagración.
Debuta en Boca en la primera fecha del campeonato de 1940 y causa en una primera instancia algo de desilusión. Integra esta alineación: Estrada; Ibáñez y Valussi; Viana, Angeletti y Suárez; Tenorio, Carniglia, Sarlanga, Gandulla y Emeal. No es ariete obsesionado por el gol, sino el hombre que prefiere las maniobras combinadas a la definición contundente y espectacular.
Es un hombre de área, ágil. escurridizo, que culminaba la jugada en gol, con sutileza, tranquilidad para definir con sobriedad. Con el correr de los partidos esa primera impresión cambió por el afecto, primero, y la idolatría después. Pero siempre la desconfianza y la necesidad de un «cañonero».
Vienen nuevos centrodelanteros que como era tradición fracasan. Viene Laterrara, con buenos argumentos en Estudiantes de La Plata, sin poder borrar la presencia de ese gran jugador. Después Lijé, un habilidoso de Ferro, que tiene el mismo final. Siempre queda la presencia de “Piraña’” en el centro “del ataque.
Según su opinión, su mejor año fue el de 1940, justamente el que lo tuvo como el hombre más positivo del ataque campeón. Veinticinco fueron los tantos que conquistó esa temporada. Pero la delantera que más se recuerda es la que integró por el ’43 y ’44 cuando se coronó campeón en ambas temporadas. Compartía con Boyé, Corcuera, él, Varela y Sánchez un quinteto de excepción. Según «El Atómico», «Sarlanga fue mi mejor insider. El fue el que mejor explotó mi velocidad con sus cortadas».
Fue titular hasta 1948 cuando jugó sus últimos partidos para Boca. Vinieron Geronis, Amalfi Yeso, pero nadie lo sacaba del puesto. El 19 de septiembre de ese año, en un conjunto donde aún brillaban las figuras del gran bicampeón de la década del cuarenta, vistió la casaca azul y oro por última vez. Boca perdió 2 a 1 con Independiente; él convirtió el gol, formando el equipo de la siguiente forma: Vacca; Marante y De Zorzi; Bendazzi, Pescia y Vilanoba; Boyé, Sarlanga, Yeso, Ricagni y Gómez Sánchez. Dos años más de fútbol activo en Gimnasia y Esgrima La Plata junto a Pío Corcuera, y el retiro definitivo. Después fue el encargado de remplazar a Ernesto Lazzatti en la conducción del equipo en 1955, pero no satisfizo. Era un hombre callado, de pocas palabras, sin el carácter para orientar un grupo, fue absorbido por los negocios.
El 23 de agosto de 1966, cuando sólo tenía 50 años, la muerte se lo llevó para siempre. En el recuerdo de los boquenses quedó esa historia de nobleza, valentía y calidad.