1958 Suecia

Resumen de la Copa del Mundo Suecia 1958

MUNdial 1958
Campeón
SUECIA

Después de 24 años de reiteradas ausencias, la Argentina se hizo presente en el campeonato mundial de 1958, disputado en Suecia, En la rueda clasificatoria, a través | de octubre de 1957, debió enfren. tarse con Bolivia y Chile, triun| fando en tres de los cuatro partidos que se disputaron, los dos últimos en Buenos Aires.

En Suecia su actuación fue muy mediocre, perdiendo el primer partido contra Alemania por 3a1, ganando el segundo a Irlanda del Norte por el mismo resultado, y sufriendo finalmente el gran de| sastre ante Checoeslovaquia que la derrotó por 6 a l.

Sin embargo, Argentina concurrió a ese mundial con algunos de los mejores jugadores que han pasado por sus equipos profesionales, de manera que la selección titular se presentó la mayoría de las veces integrada con: Carrizo, Dellacha y Vairo; Lombardo, Rossi y Varacka; Corbatta, Ávio (o Prado), Menéndez, Labruna y Cruz (Zárate en las eliminatorias). Vale la pena destacar, con respecto a Corbatta, que continúa siendo hasta el momento el máximo goleador argentino en campeonatos mundiales, ya que obtuvo 9 goles, 6 de ellos en ese mundial de 1958.

En cuanto al campeón de 1954, : Alemania, se presentó en Suecia con las esperanzas lógicas de retener su título, llevando siempre como entrenador a Sepp Herberger.

Las principales dificultades las tuvo Herberger con algunos de «los héroes de Berna» con quienes esperaba contar nuevamente. Fritz Walter, por ejemplo, había renunciado dos veces, hasta que lo convencieron para que volviera, pero los dolores de cabeza más grandes los proporcionó justamente Helmut Rahn, el del gol de la victoria. Rahn había empezado a beber y Herberger lo mandó a un curso de rehabilitación en Munich, pero su éxito fue relativo y Rahn tuvo después un accidente automovilístico y problemas posteriores con la policía. Fue eliminado del seleccionado, sin embargo Herberger tuvo tanta paciencia que, cuando empezó el campeonato, Rahn estaba en el equipo. Y fue justamente Rahn el que consiguió el empate contra la Argentina — Alemania iba perdiendo 1 a 0 – y después el tercer gol alemán en el mismo partido. También le dio los empates contra Checoeslovaquia e Irlanda del Norte y, por último, el triunfo frente a Yugoeslavia, en el encuentro por los cuartos de final jugado en Malmó.

Se empezó a hablar del «héroe de Suecia», como antes lo había sido de Suiza, pero el destino había previsto las cosas de manera muy distinta. La fortuna se dio vuelta en el estadio de Góteborg. cuando Alemania debió jugar contra la selección sueca. Ese día las cosas no funcionaron para nada para el once de Herberger, y el partido se perdió por un decisivo 3 a 1, inapelable.

Los 53.000 espectadores suecos provocaron con sus gritos una verdadera histeria colectiva, atronando con el «heya-heya», a un punto tal que los alemanes perdieron totalmente el control, no sólo del juego sino también de su conducta.

El nerviosismo culminó con un foul muy feo que le cometió Juskowiak a Hamrin, lo que provocó su inmediata y justificada expulsión.

Para el campeón de 1954 este mundial estaba prácticamente terminado. En el partido contra Francia tenían todavía la posibilidad de obtener un honroso tercer puesto, pero carecían ya de las condiciones físicas y anímicas para poder lograrlo. Sufrieron una derrota muy terminante – 5 a 3 – pero ese resultado no asombró a nadie.

El regreso a Alemania de ese equipo totalmente desmoralizado resultó muy distinto al de aquél de Suiza, apenas cuatro años antes. Pareció más bien una huída, a tal punto que ni siquiera se presentó al tradicional banquete de despedida, una mala costumbre de los derrotados que se vería después también otras oportunidades. La decepción del once alemán con motivo de sus últimas derrotas era muy grande, pero no justificaba esa actitud, como tampoco se justificarían las otras del futuro.

Ante la alegría de todo el país, los suecos se dispusieron a jugar el partido final, pero sabiendo de
antemano que su suerte estaba echada ante un rival que había iniciado su carrera ascendente hacia la gloria futbolística. Había llegado el turno del Brasil, el tercero de los grandes exponentes del tútbol sudamericano.

El triunfo que se les había escapado en Maracaná lo tenían ahora a su entera disposición. Llegaban al partido final como verdaderos campeones, después de una campaña impresionante, y su victoria definitiva, por 5a2, no asombró a nadie, ni a los mismos suecos.

El arte futbolístico de los brasileños no tenía parangón, y su soberana supremacía era reconocida sin limitaciones en todo el mundo. A sus equipos se les podía hacer goles, pero ellos hacían muchos más, con un juego de una precisión y una sutileza extraordinarias. Todo había nacido en el sur del Brasil, con el equipo del Santos, el puerto cercano a San Pablo, y con la presencia de un muchacho de 18 años que se llamaba Edson Arantes do Nascimento, a quien se conocería después como Pelé, el más grande jugador de fútbol de todos los tiempos.

En Suecia surgió su estrella, desde el momento mismo en que se lo hizo entrar en un partido de grupos, contra Rusia. Su juego deslumbró como sólo puede hacerlo un artista, en todos y en cada uno de los partidos, hasta que en la final frente a Suecia logró dos de esos goles que será imposible olvidar. Brasil era, por fin, el nuevo Campeón Mundial

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