Resumen de la Copa del Mundo Chile 1962

MUNdial 1962
Campeón
BRASIL

Por tercera vez, y a costa de grandes sacrificios por parte de sus organizadores, el campeonato mundial de fútbol se instalaba en Sudamérica.

Esta oportunidad era de Chile, un largo país extendido de norte a sur sobre la costa del Pacífico que sólo ocasionalmente | logró destacarse en materia deportiva.

En las rondas eliminatorias a la | Argentina le tocó enfrentarse con Ecuador, jugándose un partido en Guayaquil y otro en Buenos Aires. El trámite le resultó muy fácil porque se impuso en ambas ocasiones por resultados abultados: 6 a 3 y 5 a 0.

Fueron los últimos partidos que jugó como seleccionado el puntero derecho Corbatta, logrando tres de los once tantos.

El equipo no tenía las grandes figuras de otras épocas, pero contaba con un terceto defensivo integrado con Roma, Navarro y Marzolini al que no era fácil hacerle goles, y con dos suplente.

Domínguez y Ramos Delgado – que estaban a la misma altura de los titulares. En el ataque se distinguía especialmente el ala izquierda, formada por Sanfilippo y Belén, y en el resto del conjunto aparecían Sainz, Sacchi, Páez, Facundo, Oscar Rossi, Sosa, Pando, Pagani, Oleniak y Rattin (Jugó. un solo partido). La actuación en Chile fue poco convincente y Argentina fue eliminada después de los octavos de final, cuyos partidos los jugó todos en el estadio de Rancagua.

El primero, contra Bulgaria, se ganó por 1a0, con gol de Facundo. pero de inmediato se perdió por 3a1 frente a Inglaterra, logrando Sanfilippo el único tanto argentino. El último partido se disputó contra Hungría y sólo se consiguió empatar sin goles, de manera que Argentina no alcanzó a clasificarse y quedó eliminada. No era el único equipo al que le tocaba adelantar su regreso.

Casi de inmediato lo harían la misma Hungría, Inglaterra y Rusia.

Los húngaros habían sucumbido ante los checoeslovacos, que los derrotaron por 1 a 0, y los rusos habían perdido por 2 a 1 frente a los chilenos. En cuanto a Inglaterra seguía sin poder hacer honor a su vieja tradición futbolística y era nuevamente eliminada de un campeonato mundial, ajusticiada en esta oportunidad por el campeón de 1958, Brasil, que la derrotó por 3 a 1.

En Chile se había hecho también presente España, pero le tocó el mismo grupo en que estaban Brasil y Checoeslovaquía y no pasó de los octavos de final, en tanto que Suecia, finalista en 1958, ni siquiera había logrado clasificarse.

México conoció la misma suerte de España al corresponderle idéntico grupo, en tanto que el viejo campeón de la década del 30, Italia, hacía un papel definitivamente pobre. Tampoco le fue muy bien al equipo alemán, conducido por tercera vez consecutiva por quien amenazaba con convertirse en un personaje legendario, Sepp Herberger.

El primer partido lo jugó justamente contra Italia, pero el resultado fue un decepcionante 0 a 0.

En el segundo encuentro el rival fue Suiza y entonces las cosas anduvieron mucho mejor. Alemania triunfó por 3 a 2. Llegó entonces uno de los mejores y más dramáticos partidos que se vieron en este mundial, teniendo como protagonistas a Chile y Alemanía, en el gran estadio de Santiago.

Allí se dieron cita 70.000 chilenos para alentar entusiastamente a su equi» po, gran favorito en las apuestas por su condición de local y porque los alemanes no habían demostrado estar en condiciones óptimas, por lo menos similares a las de 1954.

Fueron de nuevo las tácticas y cambios que decidía Herberger los que le dieron la victoria al conjunto germano. A Horst Szymaniak, delantero por excelencia, lo hizo jugar en la defensa, mientras que a Schnellinger le daba el papel de líbero.

A partir de ese esquema se confiaba de nuevo en las bondades del contragolpe, sabiendo que los chilenos se mantendrían constantemente en el ataque.

El plan funcionó: los chilenos no pudieron quebrar a la defensa alemana y Szymaniak y Seeler lograron dos goles para el conjunto alemán.

En Alemania se empezó a soñar con la repetición de lo que había ocurrido en Suiza ocho años antes, pero esas ilusiones se desvanecieron muy rápidamente, y en el mismo estadio de Santiago. En ese escenario, Alemania debía enfrentarse ahora con Yugoeslavía, a quien había derrotado tanto en Suiza como en Suecia. En esta ocasión las cosas fueron distintas y a Alemania le tocó vivir, pero al revés, lo que había experimentado en el pasado.

Faltaban apenas cinco minutos para que terminara el partido y el resultado se mantenía igualado sin goles, cuando el veloz Radakovic tomó de sorpresa un pase de Galic y colocó la pelota en la red. Brasil, por segunda vez consecutiva, Obtuvo el título de campeón mundial, a pesar de no contar con Pelé, quien, lesionado, debió contentarse con el papel de espectador. En las semifinales, Brasil derrotó a Chile por 4 a 2, mientras que Checoeslovaquia triunfó sobre Yugoeslavia por 3 a 1.

El partido final mostró un excelente nivel de juego que no decayó en ningún momento, ni en calidad ni en ritmo, imponiéndose finalmente Brasil por 3 a 1. El espectáculo culminó con un insólito acto de confraternidad deportiva, porque los checos fueron invitados a dar la vuelta olímpica junto con el equipo vencedor, y los dos conjuntos trotando alrededor de la cancha brindaron otro momento inolvidable en la historia de los campeonatos mundiales.

Resumen de la Copa del Mundo Suecia 1958

MUNdial 1958
Campeón
SUECIA

Después de 24 años de reiteradas ausencias, la Argentina se hizo presente en el campeonato mundial de 1958, disputado en Suecia, En la rueda clasificatoria, a través | de octubre de 1957, debió enfren. tarse con Bolivia y Chile, triun| fando en tres de los cuatro partidos que se disputaron, los dos últimos en Buenos Aires.

En Suecia su actuación fue muy mediocre, perdiendo el primer partido contra Alemania por 3a1, ganando el segundo a Irlanda del Norte por el mismo resultado, y sufriendo finalmente el gran de| sastre ante Checoeslovaquia que la derrotó por 6 a l.

Sin embargo, Argentina concurrió a ese mundial con algunos de los mejores jugadores que han pasado por sus equipos profesionales, de manera que la selección titular se presentó la mayoría de las veces integrada con: Carrizo, Dellacha y Vairo; Lombardo, Rossi y Varacka; Corbatta, Ávio (o Prado), Menéndez, Labruna y Cruz (Zárate en las eliminatorias). Vale la pena destacar, con respecto a Corbatta, que continúa siendo hasta el momento el máximo goleador argentino en campeonatos mundiales, ya que obtuvo 9 goles, 6 de ellos en ese mundial de 1958.

En cuanto al campeón de 1954, : Alemania, se presentó en Suecia con las esperanzas lógicas de retener su título, llevando siempre como entrenador a Sepp Herberger.

Las principales dificultades las tuvo Herberger con algunos de «los héroes de Berna» con quienes esperaba contar nuevamente. Fritz Walter, por ejemplo, había renunciado dos veces, hasta que lo convencieron para que volviera, pero los dolores de cabeza más grandes los proporcionó justamente Helmut Rahn, el del gol de la victoria. Rahn había empezado a beber y Herberger lo mandó a un curso de rehabilitación en Munich, pero su éxito fue relativo y Rahn tuvo después un accidente automovilístico y problemas posteriores con la policía. Fue eliminado del seleccionado, sin embargo Herberger tuvo tanta paciencia que, cuando empezó el campeonato, Rahn estaba en el equipo. Y fue justamente Rahn el que consiguió el empate contra la Argentina — Alemania iba perdiendo 1 a 0 – y después el tercer gol alemán en el mismo partido. También le dio los empates contra Checoeslovaquia e Irlanda del Norte y, por último, el triunfo frente a Yugoeslavia, en el encuentro por los cuartos de final jugado en Malmó.

Se empezó a hablar del «héroe de Suecia», como antes lo había sido de Suiza, pero el destino había previsto las cosas de manera muy distinta. La fortuna se dio vuelta en el estadio de Góteborg. cuando Alemania debió jugar contra la selección sueca. Ese día las cosas no funcionaron para nada para el once de Herberger, y el partido se perdió por un decisivo 3 a 1, inapelable.

Los 53.000 espectadores suecos provocaron con sus gritos una verdadera histeria colectiva, atronando con el «heya-heya», a un punto tal que los alemanes perdieron totalmente el control, no sólo del juego sino también de su conducta.

El nerviosismo culminó con un foul muy feo que le cometió Juskowiak a Hamrin, lo que provocó su inmediata y justificada expulsión.

Para el campeón de 1954 este mundial estaba prácticamente terminado. En el partido contra Francia tenían todavía la posibilidad de obtener un honroso tercer puesto, pero carecían ya de las condiciones físicas y anímicas para poder lograrlo. Sufrieron una derrota muy terminante – 5 a 3 – pero ese resultado no asombró a nadie.

El regreso a Alemania de ese equipo totalmente desmoralizado resultó muy distinto al de aquél de Suiza, apenas cuatro años antes. Pareció más bien una huída, a tal punto que ni siquiera se presentó al tradicional banquete de despedida, una mala costumbre de los derrotados que se vería después también otras oportunidades. La decepción del once alemán con motivo de sus últimas derrotas era muy grande, pero no justificaba esa actitud, como tampoco se justificarían las otras del futuro.

Ante la alegría de todo el país, los suecos se dispusieron a jugar el partido final, pero sabiendo de
antemano que su suerte estaba echada ante un rival que había iniciado su carrera ascendente hacia la gloria futbolística. Había llegado el turno del Brasil, el tercero de los grandes exponentes del tútbol sudamericano.

El triunfo que se les había escapado en Maracaná lo tenían ahora a su entera disposición. Llegaban al partido final como verdaderos campeones, después de una campaña impresionante, y su victoria definitiva, por 5a2, no asombró a nadie, ni a los mismos suecos.

El arte futbolístico de los brasileños no tenía parangón, y su soberana supremacía era reconocida sin limitaciones en todo el mundo. A sus equipos se les podía hacer goles, pero ellos hacían muchos más, con un juego de una precisión y una sutileza extraordinarias. Todo había nacido en el sur del Brasil, con el equipo del Santos, el puerto cercano a San Pablo, y con la presencia de un muchacho de 18 años que se llamaba Edson Arantes do Nascimento, a quien se conocería después como Pelé, el más grande jugador de fútbol de todos los tiempos.

En Suecia surgió su estrella, desde el momento mismo en que se lo hizo entrar en un partido de grupos, contra Rusia. Su juego deslumbró como sólo puede hacerlo un artista, en todos y en cada uno de los partidos, hasta que en la final frente a Suecia logró dos de esos goles que será imposible olvidar. Brasil era, por fin, el nuevo Campeón Mundial