Alumni A. C., el primer equipo «modelo» del fútbol autóctono argentino. La piedra fundacional de la Selección Argentina. El orgullo criollo.
(Readaptacion del Prólogo del Libro Alumni Cuna de Campeones y Escuela de Hidalguia, por Ernesto Escobar Bavio).
Uno de los mayores beneficios de trascendencia social que brinda el fútbol, es su contribución a la obra de extender el sentido de solidaridad y afianzarlo para, llegado el caso, apoyar más vastas empresas colectivas en el ámbito nacional.
El hecho parece especialmente indudable si quienes practican el deporte son aficionados. Puede haber, y a menudo hay, rivalidades más o menos agudas entre los vecinos de un pueblo o barrio. Lo corriente es, sin embargo, que la juventud y, por razones bien explicables, la adolescencia, se mantengan al margen de esas situaciones, y hasta que al actuar en el campo de juego hagan olvidarlas.
Quienes forman el equipo del pueblo, o del barrio, o de una entidad educativa o de cualquier otro género, no tienen generalmente otra filiación cívica que la que les confiere la comunidad de origen o la residencia en una misma área determinada, a cuyo progreso físico, lo propio que a su vida espiritual, están ligados de idéntico modo por un orgullo instintivo que, como tal y a fuerza de recóndito, escapa a todo razonamiento. Así, la ambición de los jugadores se aferra a la idea de exaltar el nombre de su país, su población o su distrito comunal, o de la entidad social que representan tácita o explícitamente.
El hecho es universal, sin duda porque, en proporción mayor o menor, universal es también el espiritu de clan sostenido por la unidad racial, la identidad de creencias en materia religiosa y la finalidad de las costumbres, para no citar sino algunas de las causas que actúan como elementos conglutinantes.
De esta suerte ocurre a cada paso, y en todas partes, que los padres olviden sus querellas y se reúnan en la cancha para alentar a “los muchachos”, ya que, a fin de cuentas, no se trata de defender allí individualismos o tendencias particulares, sino el prestigio de algo que le interesa por igual a la comunidad toda.
El fútbol tiene, pues, un poder cohesivo que no es exclusivamente suyo, por cierto, pero que en él se manifiesta con multiplicada fuerza en razón misma de la extensa popularidad que ha alcanzado. Ello explica que aun en núcleos de población pequeños, con muy precario desarrollo deportivo, el equipo local suscite en el correspondiente vecindario una adhesión que no podría producirse si el sentimiento lugareño sólo hubiera de aguzarse con reiteradas demostraciones de una alta calidad, punto menos que imposible de alcanzar en un medio de emulaciones muy limitadas. Y es que en este terreno la calidad está lejos de ser lo único que puede suscitar afectos y de unificar anhelos. Ningún padre deja de querer a su hijo por el hecho de verlo romo de inteligencia o carente de belleza.
En su etapa inicial Alumni no se encontró en condiciones de ejercer esa acción propia de los cuadros “locales”. No surgió, en efecto, como entidad representativa de un sector geográfico, grande o pequeño.
No encarnaba siquiera los entusiasmos de un barrio. Ciertamente, sus hombres procedían de los equipos de la English High School y habían ejercido, por lo tanto, una especie de diputación deportiva que supo mantenerse, lo que no era fácil a la altura del instituto fundado por Mr. Watson Hutton.
Puedes leer aquí: Alexander Watson Hutton, El padre del Fútbol Argentino.
Esto explicaba que a la cancha que la escuela poseía en Belgrano acudiese habitualmente una concurrencia que hacia el final del siglo XIX parecía muy numerosa. Mas cuando del panorama futbolístico de la ciudad desaparecieron aquellas siglas famosas E. H. S.y surgió el nuevo club, con los mismos colores y los mismos hombres, y hasta la misma tradición, algo se perdió, a pesar de todo, siquiera fuese transitormamente: aquel apoyo familiar, caldeado de afecto, que junto al campo de juego alentaba a los representantes de la vieja institución educativa, Porque al entrar gloriosamente la English High School en la historia del deporte argentino, la entidad a que dió plaza no tuvo ya como particular razón de ser la defensa de un nombre ilustre, sino algo más abstracto y con más restringida fuerza de atracción popular: el culto, en una cancha que ya no era la habitual, de la amistad nacida en el aula y prolongada fuera de ella para gloria de las esencias más puras que ese nobilisimo sentimiento debe resumir.
Pero tal situación duró poco. A falta de aquel nutrido concurso familiar que tuvo el predecesor, Alumni conquistó muy pronto otro que fué extendiéndose con firmeza domingo a domingo: el surgido de una creciente simpatía en todos los estratos del público aficionado. Si es cierto que en parte principal la debió a su equipo superior, injusto sería olvidar que en las divisiones 2º y 3º mantuvo también conjuntos dentro de los cuales ni un solo jugador desentonó nunca en la constante demostración conjunta de los atributos morales que definen al verdadero deportista. Empero, para la ciudad, para el país, el verdadero Alumni fué el cuadro de los hermanos Brown y los hermanos Moore, completado por caballeros cuyos nombres encontrará repetirse a lo largo de la vida del Club.
¿Qué fué lo que influyó decisivamente para que muchos de los conquistados por el fútbol a fines 1800 y en los comienzos de 1900, se hicieran hinchas alummnistas al cabo de un breve proceso cuya incoercible fuerza conquistadora no llegamos a notar siquiera?
Ciertamente, no fue la superioridad en la práctica del juego, porque, en ese caso, hubiéran sido simples exitistas tornadizos y nuestra adhesión no se atemperó , muy al contrario, ni aún ante los contrastes que registra la historia del club como final de una parábola brillante cual ninguna otra. No fué tampoco el hecho de tratarse de muchachos profundamente criollos, aun cuando algunos hablasen con cierto acento inglés, ni el tesón que todos ponían por igual en la desinteresada lucha que sostenían con placentero entusiasmo, porque ése era un rasgo común a todos los cuadros.
Pero en el complejo conjunto de causas, se destaco el patriotismo fervoroso con que aquellos aficionados actuaban y la caballerosidad por la nobleza de su origen, con que siempre trataron de sacar victoriosos los colores de su país, y la cordial gratitud que les permitió, modestos siempre en medio de su grandeza deportiva, sin duda porque nunca se dieran cuenta de ella, reconocer y pagar con áurea moneda de amistad genuina, el apoyo de un círculo de entusiastas invariablemente fiel en las buenas y en las malas jornadas, aquí y en el otro lado del Río de la Plata, que por entonces a eso se limitaba lo internacional y que se adelantó con su propio juicio al juicio seguro de la posteridad.
En una época de evolución, cuando los impulsos primarios eran muy explicables, porque el ambiente estimulaba los excesos pasionales en los campos deportivos y fuera de ellos, Alumni desarrolló una acción que por su propia virtualidad fué docente en alto grado.
Nunca se habia visto hasta el momento en las canchas de Argentina, una demostración de técnica futbolística tan brillante como la que se nos ofreció Alumni A. C.