El 9 de diciembre de 2018 no fue un día más en la historia del fútbol. Fue una jornada que se inscribió para siempre en la memoria de los hinchas, en la cultura popular y en el alma de un país dividido por pasiones. Ese día, en el Estadio Santiago Bernabéu de Madrid, River Plate venció a Boca Juniors 3 a 1 en la final de la Copa Libertadores más trascendental de todos los tiempos. Fue un partido que excedió lo deportivo: fue épico, simbólico y, para los hinchas de River, eterno.
Una final nunca antes vista
La edición 2018 de la Copa Libertadores fue inédita desde el principio. Por primera vez, la final enfrentaba a los dos colosos del fútbol argentino: River y Boca, los clubes con mayor historia, rivalidad y peso continental.
La ida, jugada en La Bombonera el 11 de noviembre, terminó 2-2 en un encuentro vibrante. Pero los incidentes previos a la revancha en el Monumental —incluido el ataque al micro de Boca— llevaron a que la Conmebol tomara una decisión sin precedentes: trasladar el partido a Madrid, capital de España.
La medida generó polémicas, críticas y debates. Pero también cargó la final de un aura histórica. Era el Superclásico más importante de todos los tiempos. Y se jugaba nada menos que en el estadio del Real Madrid, ante los ojos del mundo entero.
El desarrollo del partido
Boca comenzó mejor. Se adelantó 1-0 con un gol de Darío Benedetto, tras una gran asistencia de Nahitan Nández. Al cierre del primer tiempo, las cámaras captaron al “Pipa” haciendo un gesto burlón hacia los jugadores de River. Fue la chispa que encendió la furia millonaria.
En la segunda mitad, River reaccionó. Lucas Pratto empató con una jugada colectiva memorable, culminada con pase de Nacho Fernández y definición letal. El 1-1 llevó el partido al alargue.
Allí, cuando los nervios dominaban todo, Juan Fernando Quintero —que había ingresado desde el banco— clavó un zurdazo espectacular desde afuera del área. Golazo. El 2-1 en el minuto 109 rompió la resistencia xeneize.
Con Boca volcado al ataque y con un jugador menos, River aprovechó la última contra. Gonzalo “Pity” Martínez, en soledad, recorrió medio campo y selló el 3-1 con el arco vacío. El gol que desató el delirio total.
Más que un título: una reivindicación histórica
River no solo ganó una Copa Libertadores. Ganó el partido más importante de su historia. Y lo hizo ante su eterno rival, en una final continental, y en uno de los estadios más emblemáticos del mundo.
Esa noche en Madrid, River consolidó un ciclo glorioso iniciado en 2014 con el regreso de Marcelo Gallardo como entrenador. Fue la coronación de un proyecto basado en valores, trabajo, identidad y mentalidad competitiva.
Gallardo, que había ganado como jugador la Libertadores en 1996, se transformó en el técnico más importante de la historia del club. Bajo su conducción, River conquistó títulos nacionales e internacionales, formó jugadores de élite y construyó una mística que dejó atrás incluso el recuerdo del descenso en 2011.
La victoria ante Boca fue la redención total.
Un equipo de leyenda
Aquel River de 2018 tenía figuras que quedaron para siempre en la historia del club: Franco Armani en el arco; una defensa férrea con Montiel, Maidana, Pinola y Casco; el equilibrio de Ponzio y Enzo Pérez; la creatividad de Quintero y Palacios; la entrega de Nacho Fernández; y los goles de Pratto y el Pity Martínez.
Pero más allá de los nombres, lo que definía a ese equipo era su carácter. Su capacidad para sobreponerse a la adversidad. Su juego colectivo. Su corazón.