MUNdial 1938
Campeón ITALIA
El campeonato mundial de 1938 se jugó en Francia.
Por segunda vez consecutiva, el primer campeón del mundo, Uruguay, decidió no presentarse. La Argentina, por su parte, debía jugar contra Brasil en la rueda clasificatoria, pero renunció y quedó automáticamente eliminada.
Los brasileños, aunque lejos de la fama que alcanzarían en el futuro, lograron un honroso tercer puesto. Habían perdido en la semifinal contra Italia, entonces campeón del mundo, por 2 a 1, pero pudieron derrotar a los suecos por 4 a 2. Estos, a su vez, habían perdido la otra semifinal contra Hungría por 5 a 1.
Cuando se inició este campeonato, el mapa político de Europa había sufrido ya algunos cambios fundamentales.
El más importante de todos – la incorporación de Austria a Alemania – determinaba la disolución del equipo austríaco y la posibilidad de que sus jugadores integraran el seleccionado alemán.
En los hechos ocurrió así, pero no derivó en beneficio alguno para el equipo germano. El legendario director técnico Sepp Herberger, y su no menos legendaria libreta con 140 jugadores anotados, no pudieron modificar un hecho irreversible: en Austria nunca se llegó a entender la táctica alemana de marcar hombre a hombre, y los alemanes. por su parte, tampoco comprendían un juego como el de los austríacos, hecho principalmente de habilidad y picardía.
También por entonces, antes del mundial, se enfrentaban los seleccionados nacionales para medir fuerzas.
En Berlín, el 14 de mayo de 1938, tres semanas antes de que se iniciara el torneo en París, Inglaterra derrotó a Alemania por 6a3, echando un balde de agua fría sobre las esperanzas alemanas de ganar la copa.
Esas esperanzas tenían bastante fundamento, debido a que durante 1937 el equipo alemán no había perdido ningún partido internacional y había obtenido, en cambio, algunos resultados tan espectaculares como un 8 a O contra Dinamarca. De todas maneras, la ausencia de Austria e Inglaterra y la no participación de los dos equipos sudamericanos más fuertes – Argentina y Uruguay – hacían que las expectativas se concentraran principalmente en la actuación de Italia. Hungría y Alemania.
La más decepcionante de todas las actuaciones le tocó precisamente a Alemania, que después de su desastre frente a Inglaterra se sintió aliviada por la suerte que le deparó el sorteo, fijándole a Suiza como primer adversario.
Suiza no había logrado hacerle un solo gol a Alemania a través de los últimos ocho partidos en que se habían enfrentado. Pero ese partido por el mundial dio vuelta las cosas. Alemania empezó colocándose 1 a O y dominando hasta que los suizos fueron reaccionando lentamente y lograron empatar. Las cosas siguieron así
hasta el final y hubo que jugar tiempo suplementario, pero como el resultado no pudo ser modificado se resolvió jugar un segundo partido cinco días más tarde.
Al comienzo, y como si los cambios que se habían introducido en el equipo alemán fuesen a dar resultado, los suizos fueron dominados y su arco vencido en dos oportunidades, con lo que la victoria alemana pareció estar asegurada, pero de nuevo ocurrió lo inimaginable y se produjo el resultado más increíble del campeonato: Suiza 4, Alemania 2.
Para los suizos se abrían las mismas expectativas que habían acompañado a los checos en Italia, en 1934, pero el milagro logrado contra los alemanes no volvió a repetirse.
El próximo partido fue contra uno de los conjuntos auténticamente fuertes del torneo, el de los húngaros, quienes se impusieron sin mayores dificultades por 2 a 0. La que mejoró espectacularmente fue la posición de Hungría, que derrotó después a la India por 6 a 0 y enseguida a Suecia, en la semifinal, por 5 a l.
Entre tanto, el campeón del mundo, Italia, había sufrido también su buen susto salvándose por poco de no ser eliminado en la primera rueda. El equipo favorito del torneo, entrenado por el gran Vittorio Pozzo, había menospreciado la fuerza de la aparentemente débil Noruega, pero apenas si la pudo vencer, en tiempo adicional, por un ajustado 2a1. Después derrotó a su anfitriona, Francia, por 3a1, y un nuevo triunfo en la otra semifinal, contra Brasil, por 2 a 1, llevaron de nuevo a la «squadra azzurra» a la final del campeonato mundial.
París asistó entonces al encuentro decisivo entre Italia y Hungría. Los capitanes de los dos equipos han ingresado también al territorio de la leyenda futbolística: Sarosi en el conjunto húngaro, Meazza en el italiano. No faltaron ni los goles ni las emociones, sobre todo cuando el resultado marcaba un empate de dos tantos por bando.
Los goles de la victoria los consiguieron los italianos Piola y Colaussi, y con ese resultado de 4 a 2, Italia se convirtió por segunda vez consecutiva en campeón mundial.
Se cuenta que Mussolini, antes de este partido final, le había dicho a Vittorio Pozzo: «Ganar o morir». Enterado de semejante arenga, el húngaro Sarosi comentó después: «No quisimos que los italianos murieran».