Las calles alumbradas con velas, allá por 1840, sugieren una ciudad todavía en pañales, aunque ese mismo año las velas dejarían paso al aceite. Los barcos entran libremente al pueúo de Buenos Aires y sus habitantes demuestran avidez por las ropas y los enseres que por allí llegan. Es entonces cuando se detecta el primer signo futbolístico: “Un juego que en la ribera practican marineros ingleses que corren tras una pelota”.
Sin embargo han de pasar varios lustros, con el crecimiento de la corriente inmigratoria y el avance del ferrocarril, junto a la influencia de los colegios angloargentinos, para superar todo ese período de casi treinta años en que la ciudad contó con un deporte “vagamente parecido” al fútbol actual, especialmente en los terrenos adyacentes al puerto y entre los tripulantes de barcos ingleses.
Poco a poco, y extendiéndose a lugares muy abiertos de Flores y Palermo, el juego fue ganando entusiasta apoyo de los jóvenes criollos, y aquellos ingleses locos no lo parecieron tanto.
En realidad lo de ingleses locos parece hoy un lugar común, pero en verdad no hay historiador o investigador que se precie que no mencione tal definición. Y fue el nacimiento de la Football Association en Londres, sus primeras reglas y su difusión en 1863 lo que sin duda desembocó en el primer club de fútbol argentino y, obviamente, en los primeros partidos de 1867 en terrenos de Palermo reconocidos oficialmente.
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Si bien el juego fue multiplicándose a favor del impulso generado en los colegios, al igual que lo ocurrido en Inglaterra años antes, la falta de coincidencia en las reglas, especialmente la mezcla con las variantes del rugby y la todavía influyente práctica del cricket, fue postergando un principio de organización hasta la última década del siglo.
(Fuente: Cien años con el fútbol)