Juan Bautista Sormani, una vida al servicio de la AFA

Arquero del 900. Debutó en la valla de Sportivo Barracas a los 21 años.

En 1924 integró el plantel argentino que disputó en Montevideo el Sudamericano.

El profesionalismo cambió su vida. Dejó el fútbol por opción, y fue intendente de la AFA.

EXTRACTO de la colección HISTORIA DE LA SELECCION ARGENTINA

En la soleada mañana del 26 de octubre de 1902, una modesta familia del barrio de Barracas rompía la monotonía con la llegada de un nuevo integrante. Así, Juan Bautista Sormani se adueñaba del hito más importante que aún conserva el hombre, la vida, en un marco de bullicio fabril, característica de la zona.

Había nacido casi al mismo tiempo que el siglo.

La mágica alegría de correr tras una pelota recién atraparía a Juan doce años más tarde, tiempo en que decidiría desafiar la negativa paterna para sumergirse en los potreros de la zona.

Hoy, a 78 años de aquellas primeras atajadas, ya que el arco lo encerraría en sus brazos para siempre dentro de una cancha, Sormani – va distendiendo sus nervios provocados por la entrevista “… que hace tanto tiempo nadie me hacía”.

Es un elegante anciano de cabellos blancos y ojos celestes que se siente sumamente cómodo cuando se ve rodeado por las paredes de la Asociación del Fútbol Argentino.

“¿Comencé a formar parte de este ámbito el 5 de enero de 1925, cuan do por intermedio de José Radaelli, delegado de Barracas, ingresé como ordenanza. Luego me nombraron intendente de la AFA. –

“Así, me desempeñé como tal sin desculdar el fútbol, Pero eso no duró demaslado ya que en 1931, con el advenimiento del profesionalismo me impusleron que debía elegir entre los dos, ya que, según ellos . Un profeslonal del deporte no puede desempeñarse como empleado de la entidad rectora”.

Con 29 años encima la elección no podía ser otra y entonces dio comienzo otra etapa: vivir el fútbol con pantalones largos. «Eso trajo consigo conocer las cosas no tan lindas de mi juego preferido y que seguramente nada tiene que ver con la idiosincrasia del mismo”.

Con su ingreso a la AFA, Sormani dejaba atrás varias temporadas de primera división en el arco de Barracas Central, donde había debutado a los 21 años.

«En un partido contra Gimnasia y Esgrima La Plata, le atajé un penal a Gracco, aunque sin retener la pelota. Entonces, la misma volvió a los pies del delantero quien trató de colocar el disparo, pero volví a salvar mi valla arrojándome presuroso a sus pies. Cuando me reincorporaba victorioso, vi que el árbitro, debutante ese día, se aprestaba a invalidar la acción porque me había adelantado antes del remate inicial. Sin demostrar mi desesperación solo se me ocurrió gritarte: ¡qué va a cobrar señor! ¿no conoce el nuevo reglamento? Dicho esto, y ante sus dudas, tiré lejos la pelota y siguió el partido sin novedad”.

Sormani recuerda que las pasaba muy mal bajo los postes cuando veía las apiledas de los delanteros que enfilaban hacia él. A su memoria acuden los nombres de Elías Fernández y Morrone entre los que más los “fastidiaban”; y en su puesto rápidamente nombra a Wilson, Riner e Isola.

“Una tarde de 1924 se me acerca un dirigente del club, y me comunica que al día siguiente debía presentarme en el puerto para abordar el Vapor de la Carrera de las 21 horas rumbo a Montevideo. Traté de obtener más información pero solo agregó que yo iba a formar parte del plantel elegido por la Comisión de Dirigentes, que iba a disputar un partido con su similar uruguayo, representando al país, Y me recomendaba muy especialmente que llevara los zapatos”. “Antes del partido, el equipo lo formó el capitán, La camiseta era idéntica a la actual, mientras los pantalones y las medias eran azules con vivos celestes y blancos, El arquero titular era Scalpone, y yo, en condición de arquero suplente no podía Ingresar al campo, ya que durante el partido no existían los tambos, Resolví la situación con un poco de ingenio: encima de la ropa de jugador me puse la ropa de cale y con el botiquín en la mano entró a la cancha, Fue mi debut y despedida como masajista y Juro que rezaba para que nadie se lastimara seriamente”.

“Recuerdo también que cuando hicimos el primer gol yo salté y ¡grité la conquista, Fue cuando el _ delegado nuestro me hizo un ademán de silencio”.

A regañadientes acepté. Luego vino otro gol argentino y Cuando me eprestaba a festejar, nuevamente el delegado pidiéndome mesura. En gran reacción los orientales nos empataron, pero , sobre el final conseguimos el gol , de la victoria, Allí salté y grité enloquecido de alegría sin hacer caso , de los pedidos de silencio de nues, tro delegado.

Al tiempo que aquel episodio pude comprobar bien la extraña actitud: el delegado del seleccionado argentino era uruguayo”.

Sormani y los demás integrantes de la Selección emprendieron el alegre regreso, cantando hasta muy tarde en la cubierta del barco.

Al llegar al puerto se despidieron y cada uno marchó a su casa. Hoy el hecho sorprende por su sobriedad, su silencio, su sabor de entrecasa.

Se nos tornan épicas las aventuras al exterlor que intentaban nuestros jugadores.

“Mire joven, cuando Barracas deba jugar en Palermo, por ejemplo, sra un suplicio para trasladarnos de nuestro barrlo hasta allí, y no le miento al deciria que el carro de algún amigo debía sallr varias horas antes del partido para darnos tiempo a llegar, vestirnos tranquilos y pelotear un poco, Nadie nos tenía que culdar a qué hora debís mos acostarnos, y las compañías junto a las comidas eran de nuestra elección personal. Ya éramos bastante grandecitos para cuidarnos por nosotros mismos”

Juan Bautista Sormani es pues un eslabón lejano en la nutrida catarata de recuerdos…