Con una excepcional promoción de futbolistas, seguramente la mejor que ha dado en todos Ios tiempos, Brasil, el sexto, convocado en Suecia, iba a vencer y convencer en el certamen de 1958.
La Copa repetía sede en Europa y, por primera vez, una selección extracontinental se quedaría con ella. El Mundial era ya un acontecimiento de enorme trascendencia deportiva, tanta como los Juegos Olímpicos y aún más importante que éstos para muchos países.
Cuatro equipos latinoamericanos llegaron a la fase final que, como en Suiza, se jugaba por el sistema de liga en los octavos y por el de copa, a un partido, en lo sucesivo.
De América, la novedad era el regreso de Argentina, ausente de los tres torneos anteriores; con ella, estaban México, clasificado en la zona de la Concacaf,y Paraguay, que había logrado participación imponiéndose 5-0 en Asunción a un Uruguay en acusado declive.
Brasil, el cuarto de la región, llevaba en sus filas a un muchacho de diecisiete años que, hasta los treinta y siete, el momento de su retiro, haría un suceso de cuanto partido disputara: el número 10 del conjunto titular, un tal Pelé.
La matricula total era de 53 países y de los 16 clasificados (dos de oficio, Suecia y Alemania Federal), 12 fueron europeos. Entre ellos, la Unión Soviética, campeona olimpica en Melbourne, que en su primera tentativa mundialista iba vencer a Inglaterra en partido de desempate y pasar a los cuartos de final. Concurrieron las cuatro selecciones del Reino Unido, que habían estado separadas en la serie eliminatoria. Faltaban, en cambio, los italianos, viejos campeones del Mundo que, como Uruguay no pudieron subsistir a la fase preliminar.
El grupo 1 deparaba el inesperado hundimiento de Argentina, uno de los candidatos a ganar la Copa. En realidad, el fútbol albi-celeste no estaba preparado para la severidad del Campeonato, por desórdenes organizativos y la invariable expatriación de sus grandes figuras. Los argentinos habían recurrido a Angel Labruna, un glorioso veterano de 40 años de edad que tenia el cometido de sostener, a clase y corazón, el rendimiento del equipo. Cayeron 3-1 ante Alemania Federal y vencieron con idéntico marcador a Irlanda del Norte; por fin, Argentina quedaba fuera del torneo tras recibir de Checoslovaquia la derrota más contunden te de toda su trayectoria internacional: 6-1.
Francia se insinuaba como animadora del certamen, con triunfos sobre Paraguay, 7-3, y Escocia, 2-1. Los franceses, que tenían en el entendimiento Kopa-Fontaine un arma cargada de muchos goles, lograban el primer puesto en el grupo 2, pese a perder 3-2 con Yugoslavia.
No hubo cabezas de serie en las liguillas iniciales, que eran de cuatro selecciones cada una, se resolvian a puntos tras jugar todos contra todos y daban pase a los cuartos de final al primero y el segundo. En el grupo 3, los clasificados fueron Suecia y Gales, que aventajaron a Hungria y México. Los húngaros no tenían ya el fútbol futurista de 1954; de entonces, conservaban a Boszik, Hidegkut y el arquero Grosics. lgualaron con Gales, 1-1; fueron derrotados 2-1 por Suecia, y le ganaron por último a México, 4-0. Obligados al desempate con Gales, cayeron 2-1. Era tanta su decadencia y tan poco atractivo su juego, que sólo 2.823 espectadores, la más baja asistencia del torneo, estuvieron en el partido de despedida de Hungría.
Brasil obtenía con relativa facilidad el primer lugar del grupo 4, aunque empataba 0-0 con Inglaterra. Sin Pelé, Garrincha ni Vavá, los brasileños habían batido en su presen tación 3-0 a Austria. El centro delantero Vavá hubo de realizar ante los ingleses la función creadora del ausente Didí, y sólo volvió a su genuino cometido de gol eador frente a los soviéticos, a quienes marcó los tantos de la victoria de su equipo. Para el partido con la URSS -que tuvo, en el estadio de Gotemburgo, la mayor concurrencia de público del Mundial, 51.000 personas- el entrenador Vicente Feola dio por fin entrada a Pelé, que estaba relegado por lesión. Pelé reemplazó a Altafini, Garrincha a Joel y Zito a Dino Sani, configurándose por primera vez la famosa alineación que iba a conquistar la Copa. EI resultado, 2-0, fue inexpresivo del completo dominio brasileño del juego.
Sin embargo, iba a estar Altafini, y no Vavá, en el partido de cuartos de final que Brasil disputó con Gales, también en Gotemburgo. Los galeses, que no contaban con su astro, John Charles, opusieron defensa cerrada y férrea marcación, dificultando los movimientos de los sudamericanos. La primera parte terminó sin goles y, en la segunda, Pelé anotó el único tanto del encuentro. Mientras, os alemanes superaban a Yugoslavia en Malmo, también 1-0, en áspero juego. Una epidemia de ictericia había desmembrado la selección campeona del Mundo y Alemania Federal, que de catorce partidos previos al torneo había ganado sólo tres, no lucía la potencia de cuatro años antes. Del equipo vencedor de Hungría quedaban solamen te Schaefer, Rahnn y el capitán, Fritz Walter, éste ya con 37 años. El técnico alemán, Sepp Herberger -llamado el Zorro, por la astucia con que escondió en Suiza hasta casi el partido final el auténtico poderío de su equipo- iba a tener por delante una larga tarea de recuperación del fútbol de la República Federal. Ya había descubierto, para llevarlo a Suecia, a un temerario e impetuoso centro delantero, Uwe Seeler, pero no le fue suficiente con él. En 1958, Alemania quedar ía en cuarto lugar, tras ser derrotada en semifinales por la selección sueca y por Francia en su última presentación.
Suecia había vencido en cuartos de final a la URSS, 2-0, en tanto que en Norrköping, Francia conseguía una goleada, 4-0, sobre Irlanda del Norte. Just Fontaine marcaba allí dos veces e iba a ser, con trece tantos, el máximo goleador del torneo y de los doce Mundiales vistos ese momento. Fontaine había nacido en Marruecos, en 1933, y fue veinte veces internacional, convirtiendo 30 goles en total. Ganó en Francia el Campeonato de Liga con el Stade Reims y el de Copa con el Niza. Para el, el gol era un acto de creación, y su fuerte era el remate de media distancia. Cuando abandonó la práctica del fútbol se hizo entrenador y estuvo en dos oportunidades a cargo de la selección de su país.
Puedes leer aquí: Cual fue el balón del Mundia de Suecia 1958.
La portentosa eficacia de Fontaine estaba multiplicada en el Mundial de Suecia por el inteligente desempeño de Kopa, el mejor jugador francés de todas las épocas hasta el surgimiento de Michel Platini. Kopa, de baja estatura, liviano y elástico, era el cerebro del equipo y generador del fútbol de a taque. Junto a Di Stéfano, Rial y Gento formó en la línea delantera del Real Madrid hegemónico en las confrontaciones europeas de clubes y contribuyó a ganar tres de las cinco Copas continentales del conjunto español.
Nacido Raymond Kopaszewski, en 1931, era hijo de inmigran tes polacos en Francia; debutó en la selección hacia 1952, con un triunfo en París sobre Alemania, ya ella volvió, cedido por el Madrid -en el que jugaba desde 1956- para el Mundial de Suecia.
Alfredo Di Stéfano ha incluido recien temente el nombre de Kopa en una hipotética delantera ideal con figuras de toda la historia del fútbol. Kopa arrebató a Vavá las preferencias de los periodis tas al vo tarse los principales jugadores del torneo de 1958. En realidad, el estilo de ambos no era el mismo y sólo tenían en común el número 9 que llevaban a la espalda. Kopa era organizador, y Vavá un ariete que debía ser apartado de toda otra misión que no fuera marcar goles.
Vavá tenía singular instin to para buscar brechas en las defensas rivales y notoria habilidad para abrirlas. Campeón del Mundo en 1958 y 1962, disputó veinte partidos con la selección brasileña y anotó catorce veces. Fue más tarde contratado por el Atlético Madrid y, de regreso en Brasil, fichó por el Palmeiras. Ha sido más recientemente suxilier técnico de la selección de su país, tarea que repetirá en el Mundial de México.
Brasil estrenaba en Suecia el 4-2-4, aunque la fórmula podia transformarse en 4-3-3, con el puntero Zagalo en apoyo de la línea media. Brasil había sido cinco años antes víctima del 4-2-4, en la Copa América celebrada en Perú, que la selección paraguaya obtuvo con esa disposición táctica. Entonces, el entrenador Vicente Feola se apropió del hallazgo.
La marcación de zona favorecía el juego de los brasileños y en la semifinal, Francia cometió el error de optar por ella. Ambos equipos, los que măs espectácuio daban en el torneo, se enfrentaron en Estocolmo y Vavá puso en ventaja a Brasil; servido hábilmente por Kopa, Fontaine empató. Pero, con diez jugadores por lesión de Jonquet, los franceses no pudieron, impedir la superioridad de Brasil, que triunfó ampliamente, 5-2.
La posición alcanzada por Francia en la tabla definitiva del Mundial de 1958 hizo justicia a su muy digno desempeño. Logró el tercer puesto en Estocolmo venciendo 6-3 a Alemania Federal, y el insaciable Just Fontaine, que allí añadía otros cuatro goles a su expediente personal, fue paseado en andas por compañeros y público.
Los alemanes habían caído en Gotemburgo ante Suecia, tras ir por delante con gol de Schaefer. Skoglund, uno de los mejores hombres del equipo local, igualó antes del descanso, y en la segunda etapa fue expulsado el zaguero alemán Juskowiak. La RFA recibió dos tantos más y perdió la semifinal, 3-1.
Brasil era el favorito al llegar el dia del desenlace; por su parte, los suecos querían intentar el desquite de la goleada sufrida ocho años antes en Maracaná. El fútbol de Suecia, gran exportador de jugadores hacia Italia y España, había aceptado el profesionalismo, dejando sola a Dinamarca en la defensa a ultranza del deporte amateur. El seleccionador, George Raynor, pudo tener para el Mundial a Gustavsson y Hamrin, que pertenecían a clubes italianos, y en el equipo nacional sueco, potente, disciplinado y de buen nivel de juego, destaca ban asimismo Bergmark en la defensa, Gren en la creación de ataque, y Skoglund, el puntero izquierdo.
El público local apoyaba incondici onalmen te a su selección, que tuvo el mayor número de seguidores del torneo, 232.000 en total. La lluvia había cesado al aparecer el 29 de junio los finalis tasen el estadio de Estocolmo. Pero el suelo estaba blando por el agua caída durante la noche y la mañana y se cre ía que esas condiciones no eran favorables a Brasil. A la orden del árbitro francés, Guigne, los brasileños comenzaron al ataque y el sueco Gren se retrasó a su retaguardia. A los cinco minutos, Gren cedió a Leidholm, tras jugada nacida en el área sueca, y éste, desprendiéndose de su marcador, abrió la cuenta con fuerte disparo.
El público-49.737 personas, de estar a las localidades vendidas- explotó en aclamaciones, sin necesidad de la intervención del grupo de chicas uniformadas que, a la usanza norteamericana, tenian el cometido de mantener animación en las tribunas. Los aficionados suecos aguardaban el eventual desconcierto de Brasil, que nunca en el torneo había sido puesto en desventaja.
El equipo brasileño, sin embargo, conservó en orden sus piezas, siempre dispues tas en 4-2-4 y, fundamental men te, el control del medio campo. Sólo le tomó cuatro minutos empatar; el tanto fue de Vavá, tras una escapada de Garrincha. En el minu to 32, en jugada idéntida a la anterior y con los mismos protagonistas, Brasil marcó el segundo.
Los jugadores suecos parecian cansados al empezar el complemento. Djalma Santos que sustituía a De Sordi- y Orlando contenían los avances de Suecia, que abría su juego a las puntas. Zagalo cedió a Pelé; éste pasó la pelota sobre Parling y, a espaldas del defensor sueco, la golpeó en el aire y obtuvo un espléndido gol. El cuarto fue de Zagalo; y Suecia pudo descontar, pero fue en seguida evidente que se entrega ba. Lo demás sería un brillante espec táculo con un solo actor, la selección de Brasil. Pelé marcó el quinto sobre la finalización del partido. En su sexta presentación en los Mundi al es, Brasil obtenía la copa y no dejaba dudas de la legitimidad de su conquista. Ganaba el mejor, y el público lo reconocía con una ovación.