No existían los renunciamientos de ninguna indole para él. Era fuerte, aguerrido, propietario de un espíritu inclaudicable, capaz de convertirlo en el dueño del equipo por el rigor de su avasallante personalidad.
Tenía los atributos técnicos como para que la tribuna no lo enjuiciara por “tronco”’. Pero él se destacaba por su incansable despliegue, persiguiendo a los delanteros que ganaban su espalda, o empujando a su equipo hacia la meta rival. Marcaba en toda la cancha; cuando obtenía el balón lo trasportaba sin desmayos hasta la zona donde estaban sus delanteros. Además fue uno de los defensores más respetados y admirados. por los atacantes adversarios.
No lució otra camiseta de club que mo fuera la azul y oro. Ocupa uno de los lugares de privilegio que brinda la idolatría. Su nombre completo es Natalio Agustín Pescia.
Nacido el 1 de enero de 1922, llegó a la sexta división de Boca en 1936. Llegaba al club cruzando el Riachuelo en el clásico bote guiado por un genovés. El auería ver al club de sus amores. Quizá, allí nazca la razón de su entrega total en la cancha. En el sentimiento hacia la institución. Un delegado, de los muchos que transitaban los notreros en busca de nuevas figuras, lo vio jugar en el Viena de Dock Sud, uno de los conjuntos amateur más prestigiosos de la zona.
Era el centromedio del equipo, porque era donde mejor se sentía, Donde podía jugar libremente, correr hacia todos los sectores, llevar la pelota, que era su forma de sentir el fútbo!. En forma ganadora, El renresentante xeneize lo interesó para alistarse en las divisiones menores del club, lo que aceptó sin poner reparo alguno. Como otras tantas historias, así comenzó a escribirse una de las pági. nas gloriosas de Boca Juniors.
En primera división, Árico Suárez continuaba desplegan. do su juego inclaudicable. Pa. ra Pescia fue uno de los mejo. res halves que conoció en su vida. Muchos fueron los elementos que aprendió del regular half español. Lentamente fue quemando etapas en las inferiores, Dos años en la sexta, dos en la quinta, otros tantos en cuarta, uno en tercera y el gran día llega inesperadamente. 30 de agosto de 1942, a seis años de llegar al club, debuta en la primera de Boca por la decimaoctava fecha del campeonato oficial. El rival es Chacarita Juniors, en el viejo reducto de los «tricolores» de Villa Crespo. Ganan los **funebreros’” por 2 a 1.
Ciertamente este resultado fue para él decepcionante, ya que para un hombre de sus características, la derrota no era fácil de aceptar. Pero, por primera vez en su trayectoria futbolística, compartió el medio juego junto con quienes estaba llamado a componer una excepcional lineas de halves. Sosa y Lazzatti.
Ya no ocupaba el centro del campo. Oscar Tarrío, director técnico, le aconsejó que se ubicara en el sector ¡zquierdo de su defensa. En un primer momento se negó, pero con el correr del tiempo, lo aceptó.
A fines de 1942, cuando Boca realizó una gira por ciudades de la Patagonia e incluso por Chile, alternó con Zárraga en esa posición. Allí corrigió su tendencia a correrse hacia el centro, Ahí se ganó la confianza definitiva del técnico, que entendió que la presencia de Pescia en el medio juego ganaba en vitalidad y fuerza, compensando el déficit que en ese aspecto tenía Lazzatti, dueño éste de la tranquilidad y seguridad que concede la experiencia, virtud que el joven y promisorio valor aún no contaba entre las suyas.
Desde un primer momento, cuando se afirmó en la titularidad, se ganó el aprecio del Nr 12 gracias a su instintiva forma de jugar, no reconociendo otra escuela que no fuera la fogosidad y la entrega total. Podía ser el último defensor como el sexto delantero. Recio en cada trabada, era un jugador leal, de los que siempre van de frente.
Una sola vez fue expulsado. Fue en el partido que Boca perdió ante San Lorenzo de Almagro por 2 a 1, el siete de mayo de 1944, siendo Cossio el que tomó tal determinación. Diez años después fue suspendido por el Tribunal de Disciplina de AFA por un informe que pasó el árbitro inglés Gross, que lo acusó de haberle faltado el respeto, increpándolo por una serie de incidencias.
Cinco fueron los goles que logró en el transcurso de su carrera. El primero se lo convirtió a Maidana el 13 de mayo de 1944. El último lo conquistó el 5 de octubre de 1952. Muchos fueron los hombres que compartieron con él la línea de halves. Veteranos de gran nivel, o jóvenes aue se amparaban a la sombra de su personalidad para asegurarse de una buena performance en el primer equipo. Fue durante muchas temporadas el capitán de Boca. Era el conductor y el hombre con decisión y temple para discutir con un árbitro la sanción de un penal o de una infracción inexistente,
Fue campeón con Boca en el ’43 y ’44 y en 1954, cuando fue el abanderado de un equipo que tardó diez años en abra. zarse con un título. Allí también integró una línea media que está recordada como las mejores que han transitado las canchas porteñas: Lombardo, Mouriño y Pescia.
Para los boquenses fue **El Leoncito”. Para los extraños fue el león de la Boca, Un jugador de sus caracteristicas que a simple vista su físico se empecinaba en negar esa condición no podía faltar a la selección nacional.
Doce fueron las veces que defendió los colores celeste y blanco ese hombre que medía 1,68 y pesaba 68 kilos, que parecía agigantarse su pecho cuando se iniciaba el partido y aumentaba su impresión de endeblez con sus medias caídas y la calvicie que se pronunció con los años.
El 9 de mayo de 1951 la selección argentina cayó hidalgamente ante los ingleses en Wembley. La figura de la cancha fue Rugilo, pero Pescia no le fue en zaga.
Para los británicos siempre quedó en el recuerdo ese “»petiso, chueco, pelado’” que dejó hasta la última gota de sudor por dar vuelta un marcador. Así, como siempre. Con una sola meta, el triunfo. Por eso fue garantía “El Leoncito” Pescia.