Aunque lo consideró negativo, la comisión supo ponderar el aporte que hacían los clubes hacia su expansión. más allá de su objetivo futbolístico. Y el año siguiente (1936) el Poder Ejecutivo dispuso conceder préstamos en títulos de deuda pública a las instituciones deportivas de todo el país, para la costrucción de estadios y campos de deportes.
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Sin duda, un reconocimiento oficial para esa expansión deportiva y, si bien era inevitable, entonces como ahora, polemizar sobre la utilización de ese apoyo económico, la realidad indiscutible fue que los clubes se consti= tuyeron en un factor trascendente -incluso reemplazando al Estadoal servicio de los sectores de menores recursos, que con una módica cuota tenían acceso al fútbol y a otras disciplinas deportivas y recreativas.
Algunos estudiosos de la historia del fútbol consideraron que una ayuda como la que proporcionó el Estado iba, sin quererlo, en contra de la evolución natural del profesionalismo en cuanto estimulaba la construcción de estadios en número superior a las necesidades de un fútbol profesional bien organizado. Y, a la vez, el correr de los años también daría razón a las observaciones de la Comisión de la AFA de 1935, pues la expansión de los clubes en múltiples actividades deportivas y sociales, sin ingresos firmes que las financiaran, fue asfixiando a las entidades enfrentándolas al dilema de reducirse, arancelar los distintos servicios o desaparecer.
Claro que fue un proceso lento, aunque progresivo, que permitió una explotación plena por más de dos décadas. Y hubo clubes que, mejor administrados, escaparon a ese destino generalizado.
(Fuente: Cien años con el fútbol)