Eran los tiempos del amateurismo. Mirados en la retrospectiva, aquellos años de fundación y primeros torneos capitalinos «profesionales» no diferían mucho de lo que podrían ser hoy las competencias de cuarta o tercera división. Los nombres de los equipos de primer plano que componían la Liga Metropolitana ya dicen bastante para formarse una idea: Magallanes, Wande-rers, Audax Italiano, Unión Deportiva Española, Santiago Na-tional, Brigada Central, Eleuterio Ramírez, English, Primero de Mayo, entre otros. En 1925, cuando los hermanos Arellano lidera ron el grupo de jugadores escindidos de Magallanes para formar un nuevo club, el fútbol era sólo un pasatiempo dominguero. Sus cultores no cuidaban mayormente sus formas físicas y hasta hubo eviden-cias públicas de que varios integrantes de los equipos llegaban en estado intemperante a jugar los compromisos «oficiales».
Pero Colo Colo creó nuevas pautas de conducta deportiva, dentro y fuera de la cancha, que para la época representaban los primeros síntomas de profesionalismo. La seriedad y sentido docente de los hermanos Arellano le dieron un rostro nuevo a lo que habían sido hasta la fecha los equipos criollos. Se estima que David Arellano —profesor primario— fue el primer entrenador que reunía las condiciones técnicas y humanas para desempeñarse como tal en nuestro medio. Y en la práctica fue así: Colo Colo entrenaba a mediados de semana, no se iban de farra el sábado por la noche cuando tenían partido el domingo; su vestimenta deportiva era impecable; su corrección durante el encuentro, el respeto por el rival y una disposición para jugar los noventa minutos con la misma intensidad y espíritu aguerrido, que nada tiene que ver con la violencia con que se llegó a practicar el fútbol «moderno» décadas después.
Un cuadro con tales características tardó poco en imponerse y al mismo tiempo en concitar expectación y una consecuente adhesión. Los triunfos transformaron a Colo Colo en sinónimo de espectáculo.
Pocos meses después de su fundación, ya los albos realizaron una gira por el país para mostrar las bondades de su juego. De Arica a Magallanes sembraron las primeras semillas de su popularidad nacional, que se ha mantenido inalterable hasta nuestros días. En su hoja de logros de los primeros años, aun en el amateurismo, se consignan los títulos metropolitanos de 1928, 1929. y 1930.
(Fuente: Colo Colo, Alma de Campeón. Autor: Adamol)