El Fallido Campeonato Sudamericano de 1918

Brasil no pudo organizar el Sudamericano del 18. Una grave epidemia de gripe azotó a aquel país y debió postergarse para el año próximo. Por ello, 1918 no fue una etapa prolífera en cuanto a confrontaciones internacionales de nuestro seleccionado. Y la porfía se concentró a am:bas orillas del estuario.

Puedes leer aquí: Campeonato Sudamericano de 1917.

Conmemorando un nuevo aniversario de la Independencia uruguaya, el 18 de julio, en cancha del Parque Pereyra, estuvieron en juego medallas de oro donadas por el Ministerio de Instrucción Pública oriental. Los 90 minutos reglamentarios finalizaron igualados (1-1).

Se realizaron dos tiempos suplementarios de 15 minutos cada uno y se mantuvo invariable el marcador. Como caso extraño en el historial futbolístico, se jugaron otros dos tiempos suplementarios. Pero, al comenzar la segunda parte de esta nueva prolongación, por falta de luz, debió suspenderse, manteniéndose el 1 a 1, Se convino un segundo partido diez días después. No se completaron los minutos que restaban del cotejo suspendido, sino que se realizaron los 90 reglamentarios, en el mismo escenario. Uruguay, exhibiendo clara superioridad, ganó 3 a 1. El seleccionado argentino produjo mediocre actuación. Sólo dos jugadores pudieron calificarse como sobresalientes: Isola y Matozzi.

Luego, el 20 de septiembre, la Copa Lipton, jugada en Montevideo, también en el campo de Parque Pereyra, registró un empate (1-1). Argentina, ganadora de la anterior edición, retuvo la copa.

Nueve días más tarde, en Gimnasia y Esgrima de Palermo, y por la Copa Newton, AÁrgentina se impuso a Uruguay por 2 a O, rehabilitándose nuestro conjunto con una labor encomiable. Otros dos encuentros en Buenos Álres registraron un empate (1-1) y un éxito argentino (2-0).

En el balance del año hubo una ventaja para Argentina, pero la rivalidad no dejó de mantenerse siempre con deseos de nuevas confrontaciones. Como para que el duelo, la puja rioplatense siguiera por tiempo indefinido.

Campeonato Sudamericano de 1917

El segundo Sudamericano fue organizado y también ganado por Uruguay. Argentina jugó en este torneo, su primer partido contra Brasil, el 3 de octubre.

En aquellas épocas, quienes intervenían en este tipo de competencias internacionales arribaban al país sede con muy poco tiempo de anticipación. El indispensable para dormir apenas unas horas. La delegación argentina viajó hasta la vecina orilla todas las veces que le fueron necesarias. Iba, jugaba y regresaba, los jugadores aficionados no se podían dar el lujo de abandonar temporariamente sus respectivos trabajos.

Este primer partido se realizó en la cancha del Parque Central, que fue especialmente remodelada para este certamen. El juego en sí tuvo dos fases completamente distintas. En los ´45 iniciales el equipo brasileño actuó con mucho brillo, por lo que su victoria se descontaba, más viendo lo mal que se desenvolvía la defensa argentina. Sin embargo, al reanudarse la lucha, nuestro equipo experimentó un cambio radical, transformando el 1-2 en un categórico 4 a 2. Acorraló a su ocasional adversario contra su propia área.

Los brasileños, en sólo dos oportunidades acercaron algún peligro hasta la valla del cada vez más seguro Carlos Isola.

Pasados tres días, el 6 de octubre, Argentina enfrentó a su segundo contrincante de este campeonato, Chile, en la cancha oficial de la Comisión de Educación Física. El encuentro fue relativamente bueno. Contrariamente a lo que se preveía, el equipo argentino, que se había lucido ante los brasileños, especialmente en el segundo período, se mostró muy flojo, dejando ciertas dudas de su real poderío. Sobre todo en defensa. Como era casi una costumbre, Isola fue otra vez una de las principales figuras, junto a Olazar. El «oalkeeper» (tal la antigua denominación) realizó atajadas magistrales, elogiadas por la crítica especializada. Por su parte, el centro half hizo gala de su tenacidad.

El 1 a O con que la Argentina se despidió del escenario no fue lógico, ya que los trasandinos desperdiciaron excelentes ocasiones para igualar. Lo que hubiera premiado su incansable trajinar.

Por último, el 14 del mismo mes, Argentina y Uruguay, que llegaron a este compromiso igualados en las posiciones, definieron la supremacía en este segundo Sudamericano. La delegación argentina, en su ida a Montevideo, sufrió un sinnúmero de contratiempos, que mermaron su rendimiento físico. Recién arribó a la capital uruguaya a las ocho y media de la mañana del mismo día del partido, es decir, a escasas horas en que Livingston hizo sonar el silbato por primera vez. Un vapor los condujo hasta Colonia, adonde llegaron a las 2 y 30 de la madrugada, y allí abordaron un tren expreso hasta Montevideo.

Para esta gran final se vendieron casi 29.000 boletos, pero fueron unas 45.000 personas las que la vieron. 16.000 se situaron en las lomas cercanas a la cancha del Parque Central.

El partido, salvo uno que otro detalle, pudo calificarse de entretenido, con pasajes muy buenos y dos etapas bien caracterizadas. Sin dudas, Uruguay y Argentina poseían el mejor fútbol de Sudamérica.

En el primer tiempo, tras un buen comienzo del visitante, el equipo local se adueñó de la pelota y del terreno, creando claras posibillidades de gol. Dominio que efectivizó hasta que Scarone, a los 14 minutos del complemento, obtuvo el gol, que a la postre sería el del triunfo. A partir de ese preciso instante, el equipo argentino, a pesar de que sus jugadores no podían disimular en sus rostros el cansancio, por el desgastador via. je de la noche anterior, sacó fuerzas hasta de donde no tenía y arrinconó contra Saporití al conjunto celeste. Argentina perdió, sí, pero actuó tan bien o en forma superior a su vencedor. Isola, Olazar y Ohaco fueron sus mejores valores. Una vez concluido el cotejo, el público invadió frenéticamente el field y agredió a varios jugadores argentinos.

De estos vehementes ataques, los más dañados resultaron Martín y Matozzi. La actuación del juez Chileno Livingston fue por demás mediocre, y uno de los porqués de la derrota argentina.

Finalmente, a las 11 de la noche de aquel 14 de octubre de 1917, la delegación argentina emprendió su vuelta, en tren especial hasta Colonia, para de ahí embarcarse con destino a Buenos Aires. Por segundo año consecutivo, Uruguay nos privó del festejo por la obtención de un Sudamericano.

La posición definitiva fue: Uruguay campeón, Argentina segunda, Brasil tercero, y Chile cuarto.

Solamente motivaciones extrafutbolísticas podían interrumpir la pasión, el entusiasmo y la total entrega de quienes, de un modo o de otro, eran parte del fútbol. Sudamérica, el Río de la Plata y, más estrechamente, Buenos Aires y Montevideo, se habian unldo en un imaginario eje de poderío futbolístico.

Hector Castro. «El Divino Manco»

Héctor Castro, fue un jugador uruguayo que tuvo la desgracias de perder un brazo en un accidente de trabajo y pese a ello no lo freno para ganar la primera Copa del Mundo en 1930, una Medalla Olímpica y dos Copas América.

Héctor Castro nacio en Montevideo, Uruguay en noviembre de 1904 y sus padres eran españoles. Con tan solo 10 años de edad, Hector Castro tuvo que comenzar a trabajar para ayudar en su casa. A la edad de 13 años, sufre un dolorso accidente con una sierra electrica por lo cual pierde brazo la altura del antebrazo.

Pese a ello, el accidente no fue impedimento para practicar su deporte favorito, es más, lo utilizó como estímulo de superación.

Al poco tiempo, esta muestra de fuerza de voluntad dio la vuelta al continente sudamericano en poco tiempo.

Fue así como recibió el respeto de todos sus rivales le respetaban al máximo. A pesar de la discapacidad en el brazo derecho, Catro tenía un potente remate en la pierna derecha que le colocó como 7º máximo goleador de la primera división de Uruguay con 107 goles.

En 1921, a la edad de 17 años, se inicia futbolística en el club amateur Centro Atlético Lito, hasta 1923. Allí llamó la atención del Club Nacional de Fútbol, el emblema del fútbol uruguayo del momento.

Integro el equipo de Nacional por 8 años para luego emigrar alfútbol argentino.

En 1932 paso por tan solo 1 año a Estudiantes de la Plata. Finalmente decidio volver a su tierra natal para pasar sus últimos años en Nacional.

En cuanto a clubes, el Divino Manco consiguió hacerse con 6 títulos, de los cuales 3 fueron el Campeonato Uruguayo.

Una de sus actuaciones más recordadas fue en el Mundial de Uruguay 1930, el primer mundial de la historia del fútbol. Durante el campeonato.

El Manco dejo su marca en la historia del fútbol de su país, al ser primer futbolista uruguayo en anotar en un mundial. Además, fue quien anotó el último tanto del Mundial, en el minuto 89 de la final contra Argentina, culminando así un 4-2 que daba el título de campeones del mundo a los uruguayos.

Titulos Internacionales del Divino Manco:

  • -Copa América 1926.
  • -Medalla de oro en los juegos olímpicos (1928).
  • -Copa del Mundo 1930.
  • -Copa América 1935.

Sumando así un total de 4 títulos internacionales por parte del jugador uruguayo.

Finalmente se retira como jugador en 1936, para convertirse en entrenador. Militó en Nacional y en Rampla Juniors como técnico, donde hizo un gran trabajo.

Puedes leer aquí: Winston Coe. El arquero manco.

Todos sus títulos conseguidos fueron con Nacional, allí consiguió conquistar 10 títulos en sus 13 años de trayectoria. El Divino Manco logro hacerse con seis Campeonatos Uruguayos y cuatro Torneos de Honor. Por si no fuera poco, el de Montevideo entrenó en 1959 a la selección uruguaya y ganó dos Copas Aldao.

El Divino Manco falleció en 1960 a la edad de 55 años. Su legado todavía permanece en la memoria del mundo del fútbol, especialmente de los uruguayos. Todo un ejemplo de superación y valentía que no se volverá a repetir en la historia del fútbol.

Campeonato América del Sud: Argentina Campeón

ARGENTINA 3 – CHILE 1

En el encuentro inaugural jugado en el estadio del Club Atlético Belgrano, ante 2.500 personas (costó cuatro pesos la entrada), Argentina superó a Chile 3 a 1.

Fue el 27 de mayo y Harry Hayes dio el puntapié inicial del partido y del campeonato. Á poco del comienzo Hamilton puso en ventaja a los chilenos a pesar de la mejor predisposición argentina, que dominó el terreno pero no tuvo definición. Cuando la logró, Gibson, el arquero trasandino, respondió con solvencia.

El despliegue físico de los argentinos tuvo premio sobre el filo de la etapa inicial, cuando el rosarino Viale con un
violento derechazo y el notable Insider Maximiliano Susan pusieron justicia en el marcador. Ya mucho más afianzado el combinado argentino, en la segunda parte, obtuvo el tercer gol a instancias del centrodelantero de Rosario Central, Hayes.

Claro que este 3 a 1 no conformó del todo a los aficionados que esperaban un rendimiento superior del conjunto argentino. Las críticas por esta actuación estuvieron dirigidas principalmente a Juan Brown, postulando en su lugar a Murphy, Ballino o Apraiz.

ARGENTINA 4 – URUGUAY 1

El 9 de junio de 1910 se definió el torneo entre argentinos y uruguayos, en cancha de Gimnasia y Esgrima de Palermo, presenciado por 8.000 espec-tadores. Esta vez el partido tuvo interesante desarrollo y el principal animador fue el ataque argentino. Ofensiva codiciosa, superando casi a voluntad al vallado opuesto por Uruguay, fue base para la victoria local por 4 a O, que premió el mejor de los tres conjuntos que intervinieron en el torneo. Viale, Hayes, Arnoldo Watson Hut. ton y Susan fueron los autores
de los goles. El fútbol argentino hacía honor con este triunfo al homenaje tributado a aquellos que cien años atrás entregaban lo mejor de sí en pos de la libertad.

Argentina lograba el primer título de gran predicamento e ingresaba en la senda de la gloria.

PASION DE PUEBLO

Quizá esta conquista también fue hito de esa pasión por el fútbol que evidenció al pueblo argentino. En el espectador, entre quienes despertaba especial interés, su yo fue inflamado progresivamente y por suma de exacerbaciones el espectáculo tuvo marco aullante, estremecedor. El fútbol ya estaba «metido» en la pasión de los aficionados.

Argentina a través de sus selecciones se canalizaba por la senda de los poderosos del fútbol. Su línea de juego, su estilo iniciaba una trayectoria. Afloraba el tecnicismo, la calidad, la ductilidad y la lírica, hasta entonces latente, de nuestros futbolistas, otorgándole identidad propia.

Aquello del mejor fútbol del mundo se fue gestando en el espíritu de los jugadores argentinos hasta mistificarlos.

El Origen del Alambrado en el Fútbol

En el partido disputado el 2 de octubre de 1924 entre Argentina y Uruguay (actual campeón olímpico) surgio por primera vez el «alambrado olímpico”. Una barrera física que se aísla el campo de juego de las tribunas, y que con el paso del tiempo en algunos estadiso fue reemplazado por fosas con agua.

Este encuentro debió haberse jugado el domingo 28 de septiembre de 1924, pero el interés provocado entre los aficionados fue tan extraordinario que atrajo a la cancha un público muy superior en número a la capacidad de las tribunas. Estas resultaron, así, estrechas para contener a los espectadores, y varios miles, desbordando las tribunas, se ubicaron junto a los bordes de la cancha.

Fue así como los uruguayos se negaron a jugar en esas condiciones y el partido debió ser suspendido, resolviéndose realizarlo cuatro días después, o sea el jueves 2 de octubre.

En los días intermedios se instaló el alto alambrado, que pasó a llamarse «olímpico», y que luego fue obligatorio en todos los estadios.

Este alambrado, aunque parezca extraño, recién fue adoptado en países europeos a mediados del siglo XX.