Campeonato América del Sud: Argentina Campeón

ARGENTINA 3 – CHILE 1

En el encuentro inaugural jugado en el estadio del Club Atlético Belgrano, ante 2.500 personas (costó cuatro pesos la entrada), Argentina superó a Chile 3 a 1.

Fue el 27 de mayo y Harry Hayes dio el puntapié inicial del partido y del campeonato. Á poco del comienzo Hamilton puso en ventaja a los chilenos a pesar de la mejor predisposición argentina, que dominó el terreno pero no tuvo definición. Cuando la logró, Gibson, el arquero trasandino, respondió con solvencia.

El despliegue físico de los argentinos tuvo premio sobre el filo de la etapa inicial, cuando el rosarino Viale con un
violento derechazo y el notable Insider Maximiliano Susan pusieron justicia en el marcador. Ya mucho más afianzado el combinado argentino, en la segunda parte, obtuvo el tercer gol a instancias del centrodelantero de Rosario Central, Hayes.

Claro que este 3 a 1 no conformó del todo a los aficionados que esperaban un rendimiento superior del conjunto argentino. Las críticas por esta actuación estuvieron dirigidas principalmente a Juan Brown, postulando en su lugar a Murphy, Ballino o Apraiz.

ARGENTINA 4 – URUGUAY 1

El 9 de junio de 1910 se definió el torneo entre argentinos y uruguayos, en cancha de Gimnasia y Esgrima de Palermo, presenciado por 8.000 espec-tadores. Esta vez el partido tuvo interesante desarrollo y el principal animador fue el ataque argentino. Ofensiva codiciosa, superando casi a voluntad al vallado opuesto por Uruguay, fue base para la victoria local por 4 a O, que premió el mejor de los tres conjuntos que intervinieron en el torneo. Viale, Hayes, Arnoldo Watson Hut. ton y Susan fueron los autores
de los goles. El fútbol argentino hacía honor con este triunfo al homenaje tributado a aquellos que cien años atrás entregaban lo mejor de sí en pos de la libertad.

Argentina lograba el primer título de gran predicamento e ingresaba en la senda de la gloria.

PASION DE PUEBLO

Quizá esta conquista también fue hito de esa pasión por el fútbol que evidenció al pueblo argentino. En el espectador, entre quienes despertaba especial interés, su yo fue inflamado progresivamente y por suma de exacerbaciones el espectáculo tuvo marco aullante, estremecedor. El fútbol ya estaba «metido» en la pasión de los aficionados.

Argentina a través de sus selecciones se canalizaba por la senda de los poderosos del fútbol. Su línea de juego, su estilo iniciaba una trayectoria. Afloraba el tecnicismo, la calidad, la ductilidad y la lírica, hasta entonces latente, de nuestros futbolistas, otorgándole identidad propia.

Aquello del mejor fútbol del mundo se fue gestando en el espíritu de los jugadores argentinos hasta mistificarlos.

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