Jorge Gibson Brown, el Primer Gran Jugador Argentino

Jorgito Brown, fue el el primer gran jugador del fútbol argentino. Se destaco ampliamente sobre el resto en las primeras décadas del siglo XX, jugando para el Alumni A. C. y para los primeros combinados de lo que posteriormente seria la Selección Argentina.

Puedes leer aquí: Las bases donde se fundó el Alumni A.C.

Así como en otras manifestaciones hacen falta estos modelos, dignos de perdurar, el fútbol los necesita más que ningún otro deporte, con más perentoria urgencia, para que en medio de las dificultades que provoca y de los problemas que plantea, se levante, erguida en su arrogancia y fuertemente afirmada en su moral, la personalidad varonil de uno de sus grandes exponentes.

Algún día habrá de verse en la casa de la entidad rectora del fútbol, junto al del organizador indiscutido, don Alejandro Watson Hutton, el busto de aquel otro caballero del deporte, hidalgo y hábil como pocos. Y entonces, realizado el merecido homenaje, tendrán jugadores y aficionados, directores y referees, plasmada en el bronce o en el mármol, a una figura que fué ejemplo y seguirá siéndolo en una de las manifestaciones atléticas que por ser la que más vigorosamente prendió en el alma y en las preferencias populares, más necesita perpetuar la memoria ilustre de los que pasaron por los campos de juego alentados sólo por el más encumbrado ideal y animados, únicamente, por el más fervoroso propósito de evidenciar que no son antagónicos la corrección caballeresca y la habilidad deportiva.

Caballero del deporte.nSeñor de los fields. Su nombre y sus hazañas forman las mejores páginas del fútbol argentino, brillantes por la magnitud de sus proezas, auténticamente gloriosas por la ejemplar gravitación de la austera moral que las animó. De ese cuño, de esa estirpe, de esa hidalguía, quiso Mr. Watson Hutton que fuesen los misioneros del deporte que él formara a su imagen y semejanza.

Ninguno quizá, más completo que Jorge G. Brown. Habilísimo en lo deportivo, intachable en su concucta. El tipo perfecto del gentleman. En la segunda de la E. H. S., (centre forward) dejó vislumbrar desde muchacho lo que iba a ser.

Egresó del instituto con un caudal que no tardó en fructificar. El Club Palermo (1896) fué el primero en contarlo en sus filas. En 1897, 1898 y 1899 actuó en el Lanús, al año siguiente (1900) integró el equipo de la primera división del E. H. S. A. C.

Estuvo alejado de los fields en la temporada de 1901, precisamente en el año en que se produjo el cambio de aquel nombre por el de Alumni; pero a partir de 1902 hasta 1911 en que el gran cuadro se eclipsó voluntariamente, Jorge fué el principal sostén y el más prestigioso defensor de la divisa albi-roja.

Popular como ninguno, respetado como pocos y apto para todos los puestos, actuó al principio de half y de forward, alternativamente, afianzándose en el centro del ataque gracias a una cualidad sobresaliente: su asombrosa velocidad (10” 1/5 en las 100 yardas, con botines de fútbol) y a la potencia de su tiro, rasante y bien dirigido.

En 1905, luego de haberlo hecho transitoriamente, pasó a actuar de back, a la izquierda en algunas temporadas y a la derecha, más tarde, su puesto definitivo, en el cual cosechó lauros y simpatías, individualmente y en pareja con su primo Juan D. En la zaga era muy celebrada aquella “su famosa vuelta” hecha frente mismo al atacante. Lo “corría de atrás”, se le ponía a la par y aventajándolo algunos metros para distanciársele, giraba, y le “salía al encuentro”.

Según los casos, alejaba libremente la pelota, o se la cedía a Juan, o en último extremo, se la pasaba al guardavalla mientras él “cuidaba al hombre”. Desaparecido Alumni, se alistó en el Quilmes A. C. (1912 a 1914).

Jugó su último partido internacional el 6 de septiembre de 1914, contra el Torino, clausurando este aspecto de su carrera iniciado el 20 de julio de 1902 (Montevideo) fecha en que vistió por vez primera los colores argentinos (entonces camiseta celeste y pantalón blanco). Fué el winger izquierdo de nuestro team.

De 1914 hasta 1927 siguió jugando al fútbol en la Liga de los sábados. En reconocimiento de sus grandes condiciones de brillante deportista la Asociación le designó capitán de los seleccionados (1908 a 1914) cargo que Jorge ejerció con la dignidad propia de su corrección y de su experiencia. En 1908 y 1912 jugó en el Brasil, y en 1913 en Chile, integrando las delegaciones futbolísticas enviadas a esos países hermanos. Según un cronista deportivo que durante muchos años actuó en los diarios escritos en inglés, y que firmaba con el seudónimo de Lancastrian, Jorge Brown no tenía quien lo igualara en tiempos de su apogeo de back derecho, no solamente aquí, sino también en Gran Bretaña.

Decía Lancastrian, que de haber tenido la ventaja de concurrir a las grandes universidades del Reino Unido habría alcanzado los más altos honores en el fútbol y en el rugby, deporte este último que también practicó brillantemente llegando a ser varias veces internacional.

Con su juego, opina Carlos Lett, “llenaba el ojo del público”. Pero Jorge Brown se distinguió asimismo en el cricquet. A juicio de su hermano Guillermo H., su juego carecía de la técnica de los jugadores ingleses, pero su excelente vista, su velocidad, su potencia y elasticidad suplían con creces tal falta.

Por muchos años mantuvo el récord de centenares de corridas en partidos oficiales, y sus proezas de “aplicar leña” contra los mejores boleadores se recuerdan hoy en cualquier partido de cricquet donde se reunen los cracks de antaño. En otros aspectos del juego, como ser “fielding”, su gran velocidad y su seguridad de manos lo colocaron entre los mejores exponentes de esta rama del gran deporte estival.

Fué durante muchas temporadas Capitán del Buenos Aires Cricquet Club, y su presidente durante más de diez años.

En los anales del cricquet argentino perdura su memoria como un noble Capitán, que no recurría nunca a la táctica o a la picardía. Más bien era demasiado considerado con el adversario. Dirigía su equipo como un cabal deportista.

Socio del Lomas, lo fué y con carácter vitalicio del Gimnasia y Esgrima, al cual ingresó el 12 de septiembre de 1908 designándosele con aquel carácter por resolución de la Comisión Directiva (5 de enero de 1927). También perteneció al Belgrano A. C. (1913 a 1935).

Referee de la Asociación de Fútbol y del primer campeonato del ejército; seleccionador, representante de Alumni ante aquella entidad, capitán de Alumni y de los seleccionados argentinos.

Falleció en San Isidro, Buenos Aires, el 3 de enero de 1936. Había nacido en San Vicente, provincia de Buenos Aires el 3 de abril de 1880.

Entre los actos que se realizaron en su memoria, recordamos, en primer término, el cumplido en la noche del 11 de enero de 1936 en el estadio Centenario (Montevideo), en ocasión de jugar por el torneo nocturno internacional, Independiente y Nacional (0 a 0).

A los 30 minutos se suspendieron las acciones, apagáronse las luces, y en la torre de los homenajes se encendió un letrero luminoso con el nombre del extinto. Público y jugadores guardaron un minuto de silencio.

La Liga Uruguaya al enviar sus condolencias a la Asociación del Fútbol Argentino, expresaba el pesar producido por la desaparición de “este deportista y jugador extraordinario, desinteresado y de in< variable caballerosidad, que tanto contribuyó con la calidad de su juego y de su espíritu al engrandecimiento del fútbol rioplatense”.

Por eso la entidad uruguaya se consideraba “deudora del extinto, entendiendo que la presencia de tan excepcional deportista, fué uno de log factores del progreso del fútbol en nuestro país”.

Por su parte los miembros del Consejo directivo de la AFA en su reunión del 8 de enero (1936) se pusieron de pie, luego de algunas palabras de afectuosa recordación pronunciadas por D. Bernabé López, delegado de Talleres. El presidente de la reunión, D. Mario Sureda, informó de las disposiciones adoptadas: el envío de una corona de flores, y una nota de pésame a la familia.

El 12 de enero (1936) la comisión organizadora del torneo nocturno internacional resolvió que el ganador del certamen se adjudicara un trofeo que llevaría el nombre de JORGE G. BROWN; y la asamblea del Club Almagro, después de ponerse de pie, decidió por unanimidad, colocar el retrato de aquél en la sala de sesiones de la institución.

(Extracto del libro Alumni, Cuna de Campeones y Escuela de Hidalguia por Escobar Bavio).

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