El campeonato mundial de 1974 fue para Alemania la culminación de un verdadero festival de fútbol, iniciado dos años antes, cuando obtuvo el título de Campeón de Europa derrotando al seleccionado de la Unión Soviética, en Bruselas, por 3 a 0.
Era, además, la primera vez que se disputaba un campeonato mundial en territorio alemán, y los preparativos alimentaban aun más el fervor futbolístico ya existente.
Por supuesto, el equipo alemán cargaba con una tre. menda responsabilidad, porque toda una nación esperaba de él que se clasificara campeón en el suelo patrio. Estaba por verse.
Entre septiembre y octubre de 1973, Argentina jugó los partidos de la ronda de clasificación y no le costó mayormente pasar a los octavos de final, eliminando a Paraguay y Bolivia a través de 3 tres triunfos y un solo empate.
Ya en Alemania, integró su grupo con Polonia, Italia y Haití, una zona donde no resultaba tan fácil poder clasificarse.
En el primer in partido perdió contra Polonia por 4 3a2, empató después con ltalia » en un gol y derrotó a Haití por 4 a 1. En esa forma consiguió pasar y, a los cuartos de final.
Los ocho equipos clasificados quedaron ; entonces distribuidos así: Argentina, Brasil, Alemania Oriental y Holanda en el grupo A, y Alemania Federal, Polonia, Suecia y , Yugoeslavia en el grupo B.
El conjunto argentino no pudo «superar a ninguno de sus tres oponentes, cayendo derrotado ante Brasil y Holanda – 2 a 1 y 4 a 0 – y empatando con Alemania Oriental en un gol. En diez partidos jugados – incluída la ronda de clasificación — había obtenido 11 puntos, con 18 goles a favor y 14 en contra.
En su último partido, contra Alemania Oriental, el equipo argentino formó con: Fillol, Wolff, Heredia, Bargas, Carrascosa, Brindisi, Telch, Bábington, Houseman, Ayala y Kempes. Durante todo el resto del torneo el arco lo había ocupado Carnevali, mientras que también habían jugado: Perfumo, Glariá, Sa, Yazalde, Squeo, Balbuena y Chazarreta.
Los alemanes jugaron su primer partido del campeonato contra los chilenos, en el estadio olímpico de Berlín. Los sudamericanos se limitaron a un esquema absolutamente defensivo y el conjunto alemán tuvo que conformarse con un solo gol de diferencia. Derrotaron después a Australia por 3 a 0, hasta que llegó el partido entre las dos Alemanias – Occidental y Oriental – en el estadio de Hamburgo. Triuntfaron los orientales con un gol de Sparwasser, pero los dos equipos estaban igualmente clasificados y pasaron a los cuartos de final.
A Alemania Federal le correspondió jugar sus partidos en el Rheinstadion de Dússeldorf, y allí derrotó sucesivamente a Yugoeslavia, 2 a 0, y a Suecia, 4 a 2. Pero el encuentro que la llevó definitivamente a la final lo jugó contra Polonia en Francfort, recordado como la «batalla acuática» por la lluvia torrencial que ese día inundó la cancha. Polonia fue derrotada por 1a0 y tuvo que conformarse, finalmente, con el tercer puesto del campeonato.
El 7 de julio de 1974, en un lugar histórico como ya lo era el estadio olímpico de Munich, se jugó el partido final entre Holanda y Alemania Federal. Pese a que los alemanes gozaban de la condición de locales, los holandeses entraron a la cancha como favoritos, sobre todo por la impresionante serie de seis victorias que precedían su arribo a esa final. Los alemanes, en cambio, exhibían la vergüenza de su derrota a manos de sus vecinos orientales y las dificultades con que habían triunfado en más de una oportunidad.
El partido comenzó espectacularmente, con un gol de Holanda al minuto. Lo que había ocurrido era que Johan Cruyff, el ídolo holandés y genial goleador, había en» trado a la carrera en el área alemana superando a Berti Vogts para caer enseguida derribado por Uli Hoeness.
El árbitro cobró el penal de inmediato y Neeskens no tuvo ninguna dificultad en convertirlo. Para muchos era nada más y nada menos que el comienzo del fin, pero el equipo alemán estaba muy lejos: de entregarse.
Efectivamente, a los 25 minutos llegó el empate y, lo más curioso, se produjo también por la vía de un penal, lo que puso a ambos equipos en igualdad de condiciones.
En esta oportunidad le tocó a Hólzenbein ser derribado dentro del área peligrosa. y Paul Brelner convertir el tiro desde los 12 pasos.
Con el empate renació el optimismo alemán y también su espíritu combativo. Dos minutos antes de finalizar el primer tiempo, Bonhof tomó una pelota y escapó sin que nadie alcanzara a detenerlo.
Cuando enfrentó al arquero holandés levantó la pelota en dirección a Gerd Múller, quien la agarró de voleo y la incrustó en la red. El 2 a 1 a favor de Alemania sería el resultado definitivo, pero todo el segundo tiempo se convirtió en una verdadera pesadilla de color naranja, ante la ofensiva desesperada de los holandeses que trataban de conseguir el empate. Este no llegó y Alemania consiguió también por segunda vez el título de campeón mundial de fútbol.
La próxima cita era en la Argentina.