La raya lateral siempre ha sido emparentada en romance con punteros que, por su habilidad, guardan un lugar dentro de la historia del fútbol. La gran mayoría se ganaron el apodo de “loco”, para definir con una expresión clara toda la capacidad que tenía aquel jugador para realizar una imprevista jugada, que asombraba a los espectadores y ridiculizaba a los contrarios.
Por el año 1911, llegó a la primera de Boca Juniors un puntero que en poco tiempo se convirtió en dueño indiscutido del puesto y fue carta de triunfo. Su nombre era Pedro B. Journal. Su juego respetaba todo lo que el manual del “’wing-wing’ ordena. Gambeta, velocidad, improvisación y picardía, para encarar hacia el arco rival.
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Fue, si se nos permite el término, el inventor de la «bicicleta». La maniobra consistía en pasar los pies una y otra vez sobre la pelota sin tocarla, hasta que el rival se desacomodaba y Calomino quedaba con el camino libre para continuar su marcha al lado de la linea de cal. Lo hacía con destreza y precisión y desde entonces llegó a ser la jugada que le pedían los simpatizantes en los encuentros.
Cuando ya se había afirmado en la titularidad, a los simpatizantes boquenses, en su gran mayoría inmigrantes italianos, les costaba sumo esfuerzo pronunciar el nombre de aquel hábil jugador, que hacía delicias para el espectáculo.
Entonces lo identificaban con un apodo o adaptaban el apellido a su tergiversado castellano. Journal fue apodado «Calumín». Con rapidez el sobrenombre fue ya de maneje popular. Así al poco tiempo fue apellidado «Calomino», con el cual se lo recuerda en estos tiempos.
Para mostrar lo que podria llegar a hacer Calomino dentro de un campo de juego, es bueno traer al presente una anécdota contada por Garibaldi.
Boca Juniors había viajado hacia Rosario para medir fuerzas con Tiro Federal de aquella ciudad. Entre otros hechos destacados, en aquel viaje habían acompañado al equipo porteño la inusual cantidad de 8 simpatizantes. Durante el desarrollo del partido el equipo rosarino había sacado claras ventajas en el marcador. Cuando el score estaba cuatro a cero, favorable a Tiro Federal, los ocho simpatizantes, al no ver atisbos de una posible recuperación de Boca, que permitiera remontar el resultado, decidieron retornar a la estación para esperar el tren que los llevaría de regreso a Buenos Aires.
Esto pareció tocar el amor propio de los jugadores, que habían quedado solos en circunstancias tan adversas. Fue entonces cuando Calomino le indicó a Bertolini que juntos cansaran al centrojás. Fue tal el «baile» que le dieron que éste no tuvo otra alternativa que sentarse en la cancha rendido en su inútil persecución. Después Calomino comenzó a desarmar la poca resistencia que quedaba a la zaga rosarina. Y Bertolini a definir las ingeniosas jugadas generadas por el wing. En pocos minutos colocaron el marcador 4 a 4.
Ya sobre la finalización del partido, Garibaldi le cedió el balón a Calomino y le gritó «Calumín, la hora. ..!» Calomino tomó el balón y encaró con decisión hacia el área contraria, eludió a todos los defensores y sobre la línea final envió centro que concretó en forma impecable Bertolini decretando la victoria de Boca por 5 a 4.
Cuando los jugadores retornaron a la estación para tomar el tren de regreso, los simpatizantes les preguntaron «¿Cómo salieron?»» a lo que respondieron «5 a 4». Los hinchas retrucaron «¿Perdieron?»» «No, ganamos». Los jugadores contaron las incidencias finales del partido, la gran alegría que envolvió al pequeño grupo «boquense» fue indescriptible, Calomino había sido artífice de aquella hazaña. Su juego que promovió elogios periodísticos tales como: «Calomino ha sido uno de los wingers más extraordinarios que haya tenido el fútbol argentino».
Otro de sus tantos méritos fue haber vestido la casaca de los primeros combinados argentinos, en épocas donde sobraban jugadores de calidad.