MUNdial 1950
Campeón URUGUAY
La guerra que se iniciara en 1939 interrumpió la secuencia de los campeonatos mundiales de fútbol Se reanudaron recién en 1950 después de un largo intervalo de 12 años.
Uno de los hechos más significativos lo deparó la reaparición del Uruguay, el primero de los campeones del mundo, circunstancia que en este caso sería absolutamente decisiva en el resultado del torneo. En cambio, la que no pudo estar presente fue Alemania, porque ya no pertencía al grupo de naciones representadas en la FIFA.
La Federación Internacional eligió al Brasil como sede del campeonato y decidió, además, que por primera vez se pusiera en juego la «Coupe Jules Rimet», una copa de oro macizo creada en honor del primer presidente de la FIFA.
Brasil construyó para este cuarto campeonato un monumental estadio con capacidad para 200.000 espectadores, el Maracaná, que aun hoy sigue impresionando por su aspecto.
Las discordias políticas fueron responsables de que sólo terminaran por participar 13 naciones en lugar de las 33 que se habían anunciado previamente. Para poder completar la rueda final, Brasil le ofreció a Francia y Portugal entradas libres, pero no consiguió cambiar la actitud de esos dos países. En contraste con esa actltud, Inglaterra decidió abandonar su aislamiento anterior y se aprestó a participar en el torneo.
Se formaron cuatro grupos, cada uno con un equipo «fuerte». En el primero entró Brasil, en el segundo Italia, en el tercero Inglaterra y finalmente, en el cuarto, Uruguay. Tampoco en esta ocasión se hizo presente la Argentina.
Sólo Brasil y Uruguay ganaron en sus respectivos grupos, mientras que Inglaterra soportó la humillación de ser eliminada por un novato absoluto en materia de fútbol, los Estados Unidos. Los ganadores de los otros dos grupos fueron España y Suecia.
Los ganadores de grupo no jugaron entre sí por el sistema de eliminación, sino que se enfrentaron en una rueda de cuatro, aunque en la práctica se produjo una verdadera final, porque previo al último partido del grupo, entre Brasil y Uruguay, los resultados establecían que únicamente uno de esos dos equipos podía resultar campeón.
La diferencia consistía en que mientras el Uruguay necesitaba ganar para llevarse el trofeo, al Brasil le bastaba un empate. En ese partido contra Uruguay. los brasileños decidieron emplear por primera vez su «arma secreta» y recurrieron al que sería luego el famoso esquema del 4-2-4, pero los uruguayos, a pesar de su necesidad de ganar, recurrieron al no menos famoso «cerrojo» que copiaron de los Suizos. Se limitaron a especular con la posibilidad del contragolpe, en tanto que su defensa funcionaba con tanta perfección que, durante los primeros 45 minutos, el equipo brasileño quedó desorientado.
Fue una verdadera lucha sin Cuartel. Los ataques brasileños se rompían contra una sólida muralla, que resistía el asedio peleando desesperadamente y ofreciendo el espectáculo de la fuerza que transmitía a su equipo el uruguayo Obdulio Varela.
Sin embargo, en medio de semejante desconcierto, todo el estadio estalló de improviso con el gol de Friaca para Brasil. El cielo se cubrió con millares de cohetes y un estruendo ensordecedor hizo retumbar el júbilo contra los techos del Maracaná. Pocas veces, ni siquiera con el ritmo enloquecedor de sus carnavales, había vivido Río de Janeiro — y el Brasil entero – todo un momento de tanta alegría. Los brasileños ya festejaban su triunfo, ése para el que se estaban preparando desde mucho tiempo antes de que comenzara el campeonato, seguros de que no podían perderlo.
Pero esa euforia desbordante no Iba a durar mucho. El uruguayo Gigghia, uno de los extremos derecha más veloces del mundo, en acecho contínuo a la espera de una oportunidad, tomó inesperadamente una pelota en el centro de la cancha y se la llevó, desbordando a la defensa brasileña, para entregársela a su compañero Schiaffino sobre la puerta del arco.
El remate de sohiatino a. decretó el empate y todo estadio enmudeció, espantado.
A Brasil, sin embargo, le quedaba el consuelo de que aun con ese són resultado se clasificaba campeón pero faltaban todavía diez minutos y cada segundo era un infierno. Hasta que llegó otro minuto, el e la tragedia para Brasil. y la felicidad para Uruguay.
De nuevo fue Gigghia el que tomo la pelota como un relámpago, paralizando con su maniobra al arquero Barbosa y mandándola al fondo de la red. El sueño del campeonato mundial se había desvanecido y todo Brasil quedaba envuelto en el luto de la derrota. Cuatro horas depués de terminado el partido, quedaban todavía en el estadio 30.000 personas que no podían creer en lo que había ocurrido.
El júbilo se había transformado en tragedia, una tragedia de tanta magnitud que se cobró su cuota de suicidios.
El júbilo se vivía ahora mucho más al sur, sobre la banda oriental del Río de la Plata, donde Montevideo ofrecía el espectáculo de sus calles y sus gentes festejando la victoria. Uruguay había concretado la hazaña de participar en sólo dos campeonatos mundiales y de haber ganado los dos.