Cuando se usó un silbato por primera vez en el fútbol.

En los años previos a la aparición del silbato, como objeto de ordenamiento dentro de un encuentro de fútbol, los árbitros comunicaban sus decisiones levantando un brazo, un palo o incluso con un pañuelo.

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Joseph Hudson un gran inventor de fines del siglo XIX en Birmingham, Inglaterra fundó J Hudson & Co en 1870, la primera empresa fabricante de silbatos (luego llamada Acme Whistles).

Acme, hasta el día de hoy, es el productor de silbatos más grande y famoso del mundo. Desde siempre, Joseph Hudson había estado fascinado con los silbatos.

En 1883, quedo sorprendido con el sonido particular que hizo un violín al caer al suelo. Tal fue el impacto sonoro sobre Hudson que inmediatamente decidió capturarlo en uno de sus silbatos.

El diseño innovador que Hudson creo a partir de esto, tuvo gran aceptación tanto para el fútbol como para la policía, ya que hasta ese momento los agentes del orden hacían sus rondas con sonajeros para alertar a sus colegas sobre peligros o problemas.

Acme Thunderer fue el modelo de Hudson que revolucionó al fútbol en 1884, y que aún hoy sigue siendo el silbido básico entre los árbitros más de 130 años después. Para el año 1914 ya se habían fabricado más de 200 modelos diferentes.

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Asimismo, el primer registro de la utilización de un silbato de árbitro se dio en 1878 durante un encuentro entre Nottingham Forest y Sheffield Norfolk.

Recién para la temporada de 2016-2017, el silbato fue mencionado por primera vez explícitamente como un elemento obligatorio del equipo del arbitral.

Anteriormente, la única referencia al silbato en las Leyes fue el requisito de que los árbitros hagan sonar su silbato para comenzar un partido, en cada saque inicial después de un gol, al comienzo de la segunda mitad, en cada penalti y, cuando sea necesario, en las dos patadas de salida en tiempo extra.

Winston Coe. El arquero manco

Esta es la magnífica historia del primer arquero manco que tuvo el fútbol mundial.

En el 1900 el fútbol en Latinoamérica comienza a escribir su magnífica historia. Eran años en los sobresalían los clubes amateurs con acento británico, fundados por los inmigrantes que llegaban a estas tierras con intenciones de «hacerse la América».

En Argentina por su parte, Alumni Athletic Club, el gran equipo criollo, arrasa con todo durante la primera década del siglo XX.

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Esta historia se centra en 1906 cuando Barracas Athletic, otro equipo argentino, tenía entre sus filas al mejor arquero de la época, José Buraca Laforia.

Su gran desempeño bajo los 3 palos hizo que Alumni rápidamente pusiera los ojos en él, y fue así como Laforia se marchó dejando libre el puesto de arquero en su anterior equipo.

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El gran problema en Barracas ya que no tenía otro arquero, y no era tan fácil encontrar uno en esos tiempos como lo es ahora.

Cada jugador de este equipo se probó en el puesto de arquero. Sin éxito llego el turno del lateral derecho y uno de los socios fundadores del club. Un irlandés llamado Winston Coe, que se ofreció para atajar aun teniendo una peculiaridad para este puesto: le faltaba el brazo izquierdo.

“Si quieren les doy una mano, dos ya saben que no puedo”, dijo. Y así se preparó para el encuentro ante Estudiantes de Buenos Aires.

Cuando ingresaron los dos equipos a la cancha, se comenzaron a escuchar murmullos y ovaciones por lo que estaban viendo. Si bien esa tarde Barracas perdió 2 a 1, la gran figura del encuentro fue Winston Coe, quien a pesar de la adversidad se destacó y evitó una derrota más abultada.

“Muchísimos shots atajó el manco Coe, por lo cual se hizo célebre, pues no es poca virtud desempeñar este puesto en que precisamente se hace uso de las manos, cuando no se posee una. Su modo de parar la pelota, la seguridad y la confianza con la que procede son dignas de elogio”, publicó el diario La Prensa, al día siguiente.

Fue un acontecimiento sin precedentes y jamás visto en nuestro país aún hasta el día de hoy. Y ese partido no fue el único, el irlandés se quedó con el puesto. Todos estaban conformes con su desempeño.

Sin embargo, en los siguientes dos partidos no le fue tan bien como en su debut de arquero. Fueron dos duras derrotas: 11-0 contra Reformer y 5-0 frente a Alumni.

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Finalmente, luego de ello Coe decidió no atajó más, a pesar de las dificultades que la vida le puso en el camino, defendió con orgullo y corazón el arco de su querido Barracas Athletic,  convirtió en un ejemplo de superación y una gloria del Club.

José María Buruca Laforia, El primer arquero argentino.

Nacido en Atalaya, España en 1884 era apodado de «El Vasco» por su ascendencia paterna. Laforia fue un pionero en la posición de arquero, defendiendo los 3 palos en 1901 del Sportivo Barracas, en 1904 fue el primer arquero en defender los 3 palos en el primer partido internacional contra un equipo británico, el Southampton.

En 1905 paso a Alumni, donde estuvo tres temporadas hasta 1908 logrando los campeonatos de 1905, 1906 y 1907. Luego, tras un brevísimo paso por Nacional en 1908, un equipo que fue excluido de la Liga, integro el equipo de Argentino de Quilmes de 1908 a 1909, Independiente 1909 a 1911 y por último en Racing de 1911 a 1912.

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Ernesto Escobar Bavio, cronista de «La Nación», y autor del libro «Alumni, Cuna de Campeones» afirmaba:

«Jugaba al arco con chambergo (sombrero) y, debido a su poca estatura, le era difícil llegar al travesaño.

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La razón de porque usaba sombrero, era un efecto psicológico para los delanteros contrarios, ya que segundos antes de un remate hacia su valla, él se lo quitaba y lo arrojaba hacia uno de los palos estimulando inconscientemente el remate hacia ese lugar logrando interceptarlo.

Se ponía contento cuando lo conseguía y él decía que era a fuerza de rodilla. Era una goma, un resorte. Realizaba las estiradas más inconcebibles y era realmente temerario. Con Jorge Brown apostaban muchas veces a quién tocaría con más facilidad y más frecuencia el travesaño: Jorge, con la punta de los pies y Laforia con las manos. Se trataba de un desafío muy desigual, porque mientras Jorge lo hacia todas las veces que se lo proponía, al Vasco le costaba un triunfo: llegaba a veces, y apenas…»

Para Escobar Bavio las cualidades fundamentales de Laforia eran su sangre fría a toda prueba, un golpe de vista magnifico y el perfecto sentido de la colocación.

Era llamativa la seguridad de sus manos para contener fuertes remates, aun los ejecutados desde muy cerca.

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Pero en lo que más se destacaba era en sus salidas del arco, cubriendo a veces toda el área penal y hasta saliéndose de ella con una seguridad extraordinaria.

Su valentía era temeridad para los adversarios, ya que iba al encuentro de los delanteros y les quitaba la pelota de los pies.

De baja estatura, con tupido bigote negro y chambergo de calle, Laforia fue lo que hoy se entiende como un arquero moderno. Y lo fue en los tiempos más antiguos del fútbol argentino.

Porqué algunos jugadores usaban boinas

Las Gorras en el Fútbol a principios del siglo XX.

La realidad muestra que hasta la llegada de la costura invisible al mundo de los balones de fútbol (invento argentino proveniente de la ciudad de Bell Ville, Córdoba, allá por la década de 1930 y masivisado recién en los años ’40), las pelotas además de las costuras a mano clásicas que mantenían sus paneles o gajos de cuero unidos entre sí, llevaban una costura de cuerda de un material llamado «TIENTO» que sobresalía de su superficie.

Esta costura era para facilitar el recambio de la cámara interior cuando la misma sufría algún tipo de daño que provocaba la pérdida del aire. 

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Este tipo de cierre con TIENTO además de sobresalir de la circunferencia del balón provocando pequeños saltos al desplazarse por el suelo era algo molesto y hasta peligroso a la hora de cabecearlo, más aún si se encontraba mojado.

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El impacto fuerte entre la cabeza y el cordón de tiento comúnmente provocaba cortes con sangre y es por este motivo que algunos jugadores decidían salir a jugar vistiendo en sus cabezas boinas o gorras con el solo fin de poder amortiguar el duro golpe.

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Filpo Núñez, el argentino que dirigio a Brasil

Nélson Ernesto Filpo Núñez nació el 19 de agosto de 1920 en Buenos Aires. Antes de ser entrenador de fútbol, lo intentó como jugador a finales de los años 30 pero no logró mantenerse. Autodefinido como un “mal jugador”, vistió la camiseta de Estudiantil Porteño en 1935 y luego pasó a Acasuso, finalizando su campaña precozmente a causa de una lesión.

En 1948, a los 28 años se inició como DT en Independiente de Mendoza, para luego pasar por Vélez y Lanús del fútbol argentino, luego incursiono por equipos de México, Venezuela, Portugal y Ecuador, donde incluso entrenó a la selección nacional. Su relación con Brasil comenzó mientras estaba a cargo del Deportivo Municipal, de La Paz. En una excursión del equipo brasilero Bangú a La Paz conoció a su DT, el recordado Tim, quien a su vez lo llevó hasta Martim Francisco, otro técnico que, a pura insistencia, arrastró a Filpo Núñez con él.

Ya en 1955, y sin hablar portugués, Filpo le pidió trabajo en Belo Horizonte a José Greco, el presidente del Cruzeiro, y debido a la mala campaña que atravesaba el club, acepto en contratarlo. Infelizmente no logro destacarse por lo que abandono la institución al poco tiempo. A pesar de su mal comienzo, esto le sirvió de apertura en el mercado brasilero. Poco tiempo después, comenzó a sobresalir en los torneos estaduales de San Pablo, con el Guaraní, América, Portuguesa Santista y Jabaquara. Con estos últimos, incluso, se dio el lujo de ganarle 6 a 4 al Santos de un muy joven Pelé, ganándose el apodo de Don Nelson.

En 1960 asumió la dirección técnica del Vasco da Gama. «La espontaneidad y la naturalidad son condiciones esenciales para jugar al fútbol», afirmaría Filpo «Don Nelson» Nuñez, al Jornal do Brasil, al llegar a Río de Janeiro. Poco a poco su figura comenzó en ascenso y hasta recibió el apodo de Milongueiro, por su particular vestimenta, sus gestos y sus gritos en portunhol. Nuevamente deja al Vasco sin ganar ningún título para pasar un tiempo desempleado.

La prensa de la época lo definían como un gran «motivador», una persona que sabía usar como pocos la psicología con sus jugadores.

En 1964 firmó con el Palmeiras, para intentar opacar al Santos de Pelé.

Su gran debut fue nada más y nada menos que ante el equipo de O’Rei en Vila Belmiro, donde Palmeiras se impuso por 3 a 2. «Mi táctica es simple: pim, pam, pum, gol», dijo Núñez, al ser consultado sobre su exitoso planteo. «A mí me gusta el juego ofensivo. Mis equipos pueden recibir hasta cinco goles en un partido, pero tienen que ser capaces de meter siete».

En 1965, consiguió hacerse del Torneo Río-Sao Paulo, ganando con gran autoridad. Palmeiras era, sin dudas, el equipo del momento. Por eso, la CBD (actualmente CBF) decidió homenajearlos con una invitación: el plantel completo representaría a la selección de Brasil por un partido en la inauguración del estadio Mineirão, en Belo Horizonte, ante Uruguay.

El 7 de septiembre de 1965, los palmeirenses vistiendo la camiseta amarilla de Brasil le ganaron a la Celeste por 3 a 0, con goles de Rinaldo, Tupãzinho y Germano.

Así, Filpo Núnez se convirtió en el primer -y hasta hoy, único- técnico extranjero en dirigir solo a la seleccion de fútbol de Brasil, ya que anteriormente el portugués Joreca en 1944 lo había hecho en dupla con un brasileño, Flávio Costa.

Un mes después de aquella tarde de gloria, Don Nelson fue desplazado por la dirigencia, debido a que había perdido «el prestigio y el respeto del plantel». A partir de allí pasó sin pena ni gloria por varios equipos, incluido el poderoso Corinthians, y Vélez.

A finales de 1970 comando varios equipos «chicos» del interior de Brasil, que lo contrataban más por su excentricidad que por su curriculum «Adonde sea que vaya, es la atracción. Divierte e impresiona con su excentricidad», escribió la revista Placar, mientras Filpo Núñez dirigía en Araçatuba, una ciudad ubicada al noroeste del estado de São Paulo. «Hace poses, grita mezclando el portugués con el español, interrumpe jugadas, da instrucciones abrazando a los jugadores y lanza frases de efecto: ?Si no patean al arco, no le van a hacer un gol ni al arco iris'».

En Bahía, duró apenas 45 minutos como técnico del Catuense.

En 1986 ya por el final de su carrera dirigió al Fabril, de Minas Gerais. En apenas una semana, le gano a los gigantes del estado como el Cruzeiro y Atlético, en el campeonato Mineiro. «Yo soy un ídolo. Si aceptase todas las invitaciones para almuerzos y cenas que tengo, ya estaría pesando 120 kilos», decía casi a los gritos.

Finalmente Filpo Nuñez nunca más regreso a su Argentina natal, perdió todo su dinero en el juego para morir pobre, en 1999, en la favela de Heliópolis, al sudeste de São Paulo. Hasta ese último día, con 79, entrenó a un grupo de niños en una escuelita de fútbol.