Resumen de la Copa del Mundo Suiza 1954

MUNdial 1954
Campeón
ALEMANIA

El 4 de julio de 1954 será para siempre una página imborrable en la historia del fútbol alemán: su selección nacional se convirtió ese día, por primera vez, en campeón mundial.

Era también la primera vez que Alemania se hacía presente en el torneo después de la guerra de 1939. Todavía hoy se sigue hablando de «los héroes de Berna» y de aquel legendario gol de Helmut Rahn, convertido cinco minutos antes de terminar el partido decisivo contra Hungría.

Los aficionados alemanes le siguen preguntando a Rahn, no obstante los 24 años transcurridos desde aquel día memorable, cómo logró ese gol de la victoria: «La pelota venía de atrás, por el lado izquierdo. Allí estaba Hans Scháfer y yo observándolo, desde el centro. Sin saber por qué intuí que Scháfer tiraría un zurdazo hacia el medio y empecé a correr a toda velocidad en dirección al arco húngaro. Llegamos juntos con mi compañero Ottmar Walter y el húngaro Lorant. Este logró tocar la pelota con la frente bajándola, pero con tan mala suerte que la puso en mis pies. Creo que no ful yo sino el botín que la levantó, y cuando me dí cuenta le pegué con toda mi fuerza y el asunto terminó allí. Eramos los nuevos campeones del mundo.»

El camino hacia el campeonato fue bastante escabroso. Se anotaron 34 naciones – entre ellas no estaba la Argentina – pero sólo 16 podían clasificarse. En la rueda

previa, Alemania tenía como ad. versarios a Noruega y el Sarre, en aquel entonces como país independiente dentro de la FIFA. En el estadio de Bislet, en Noruega. el conjunto alemán vivió momentos de angustia porque apenas si logró un empate en un gol. Pero tenía asegurada su presencia en Suiza por ser el primero de su grupo. Ya en Berna, en el primer partido le tocó enfrentar a los turcos. La consigna del director técnico Sepp Herberger fue muy sencilla: «Tenemos que ganar.» Efectivamente, el partido se ganó, pero después de ir perdiendo 1a0. Para llegar al resultado final de 4a1 se debió luchar muy duramente y superar momentos de indecisión y desconfianza. El próximo rival fue Hungría, el más difícil y peligroso. Herberger se decidió por uma táctica que habría de provocar grandes críticas e inclusive insultos. Si Alemania perdía tenía que volver a jugar contra Turquía, porque las reglas de entonces lo establecían así.

Entonces Herberger decidió presentarse con un equipo de segunda categoría que perdió estrepitosamente por 8a3, ante el asombro de 25.000 aficionados alemanes que hubiesen querido colgarlo del árbol más cercano.

Pero Herberger ganó el segundo partido contra los turcos, recurriendo al equipo principal, y en esa forma aseguró su presena en los cuartos de final. El encuentro siguiente se jugó en Ginebra y el adversario fue Yugoeslavia.

En esta oportunidad se resolvió recurrir al contragolpe. «Dejen que se acerquen, decía Herberger, y después contraatacan.» A los 10 minutos Alemania consiguió un gol por pura suerte: el yugoeslavo Horvat, siempre apurado por el alemán Scháfer, terminó por vencer a su propia valla con un cabezazo. Pero a partir de ese momento los yugoeslavos comenzaron a presionar y los alemanes no encontraban ninguna salida para responder.

Recién en los últimos cinco minutos del partido pudo Rahn superar al «gato» Beara, conquistando un segundo go! que significaba el paso a la semifinal, contra Austria.

El encuentro contra los austríacos resultó sumamente fácil y Alemania triunfó por 6a1 en el estadio San Jacobo de Basilea, ante el delirio de los 30.000 aficionados alemanes que festejaban esa victoria como el episodio más natural del mundo.

Se aproximaba la hora decisiva del partido final contra Hungría. Los húngaros, con un gran equipo, llegaban a ese encuentro después de derrotar al Brasil en los cuartos de final por 4a2, y a los uruguayos, en la semifinal, por el mismo resultado.

El partido – se jugó en Berna – empezó para los alemanes como una verdadera catástrofe. Cuando el reloj marcaba apenas 8 minutos de juego el resultado era ya de 2 a 0 a favor de Hungría, a través de goles obtenidos por Puskas Y Kocsis.

La hinchada alemana se escondía atrás de sus butacas, pero su equipo tenía todavía que decir unas cuantas cosas. El ánimo renació después del primer gol alemán, conquistado por Morlock, y más aun cuando, antes de finalizar el primer tiempo, aprovechó Rahn un tiro de esquina de Fritz Walter y logró el empate.

El segundo tiempo transcurrió como un desesperado vaivén entre uno y otro arco. Los alemanes estaban agotados y se dudaba que pudiesen aguantar ante un equipo que se juzgaba el mejor del mundo.

Los húngaros se mantenían permanentemente en el ataque, sólo frustrados por la excelente actuación del arquero Toni Turek. Pero llegó ese instante decisivo del gol de Rahn y el ¡úbilo en toda Alemania no tuvo límites. Sepp Herberger y sus muchachos se convertían en héroes nacionales, conquistando una copa que parecía inaccesible. Terminaba, en cambio, el apogeo de Hungría.

Aquel día, aquel 4 de julio de 1954, murió uno de los mejores equipos del mundo y de todos los tiempos. En Budapest, los fanáticos del fútbol pisoteaban los retratos de sus ex-ídolos y con ese gesto de protesta enterraban todo un pasado glorioso.

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