Adolfo Alfredo Pedernera

Fue uno de los grandes genios de nuestro fútbol. Su excepcional calidad alcanzó a brillar a nivel de auténticas clases magistrales. Delantero con velocidad, pique, freno, habilidad, gambeta, inteligencia, coraje, notable visión del juego.

Conductor nato. Personalidad avasallante. Gran manejo de balón. Potente remate desde cualquier distancia. Perfección para pegarle a la pelota con ambos pies. Genio del fútbol, entre los más grandes de cualquier época y jugar.

Se llama Adolfo Alfredo Pedernera, aquél que naciera en Avellaneda el 15 de noviembre de 1918 y que tuviera su comienzo amateur en Cruceros del Plata, club del barrio Parque de los Patricios. Aquel que Apodaran “Maestro”, Don Adolfo, «Genio», «Napoleón del fútbol» y que comenzó a jugar oficialmente en la sexta división de Huracán, en 1931, pero que luce su calidad durante un largo ciclo en River Plate (1933-1946) e integrante de «La Máquina», breve lapso en Huracán (1948), cuatro años en Colombia, y un tiempito en Atlanta y despedida otra vez en Huracán.

Tenía 16 años cuando debutó en primera división (1935) y el 26 de mayo de 1937, a los 18, firmó su primer contrato profesional y un año más tarde fue llamado a integrar la selección nacional. En Brasil, por la disputa de la Copa Roca, fue suplente del “Chueco” García y no alcanza a jugar, Su debut con la casaca albiceleste se produjo el 18 de febrero de 1940, en el encuentro frente a Uruguay, por el trofeo Chevalier Boutell, en el estadio de Independiente. Argentina ganó 3 a 1 y Adolfo Pedernera marcó el segundo tanto.

Puedes leer aquí: Guillermo Stábile, El Filtrador.

En 1940 jugó en las dos puntas del ataque y comienza a definirse como jugador funcional.

En “la conquista del Pacífico”, que engloba encuentros frente a los peruanos y chilenos por las copas Presidente Ortiz y Sáenz Peña y el sudamericano realizado en el estadio Nacional de Santiago de Chile, actuó como puntero derecho, la mayoría de las veces haciendo pareja con José Manuel Moreno, realizando estupendas actuaciones, que fueron la admiración en el público de los países vecinos.

Luego, en el de 1942, en Montevideo, actuó como entreala y fue el centrodelantero del equipo campeón sudamericano de 1946. En esa oportunidad los acompañaron dos grandes entrealas: Méndez y Labruna. Fue un estupendo equipo, en el que también actuó De la Mata, Salomón, Sobrero, Loustau, Pescia, Strembel, Vacca y Fonda. Pedernera hizo un gol ante Chile y el primero con Uruguay en el clásico rioplatense.

Fue en definitiva el delantero de los cinco puestos del ataque, Y el creador en el arranque de la maniobra, el continuador en la búsqueda del arco rival y el hombre que entra en el área a definir. Todo manteniendo esa increíble habilidad para la gambeta y la conducción de la pelota en carrera cuando era puntero. Ahora, agregándole la capacidad de conductor con gran talento. Son años de esplendor: 1941, 1942, 1943.

Pero, en 1946 —y después de ser operado de un menisco, que le hizo perder algo de su anterior pique—, Pedernera fue el director de campo del seleccionado argentino, que en Buenos Aires se adjudicó el torneo sudamericano. En el tormentoso partido final contra Brasil, cuando Salomón sufrió la fractura de su plerna derecha, su capacidad se mantuvo, su serenidad, su talento imperturbable le abrieron al corijunto locaj el camino de la victoria, concretada en el marcador gracias a Norberto Méndez, tras dos pases suyos.

En suma su campaña en la selección nacional llega a los 20 partidos , jugados, 7 goles convertidos, con : un promedio de gol por partido de 0,350.

Pedernera luego se puso el buzo de director técnico en Nacional de Montevideo. Después gran campaña con Gimnasia y Esgrima de La Plata. Más tarde Huracán, Independiente, Témperley, América, Cali de Colombia, en el Mundial de Chile tuvo la selección colombiana, Boca Juniors, Quilmes, Independiente y el 6 de setiembre de 1968 se hizo cargo de la selección argentina, a un mes de la serie eliminatoria para el Mundial de México. Adolfo Pedernera o simplemente Adolfo, siguió siendo aquel que hizo del fútbol una permanente clase magistral de inconmensurable talento.

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